lunes, 6 de abril de 2009

De tardes de sol, tacones y sonrisas perfectas...

He pasado un fin de semana perfecto. Aquí donde vivo brilló el sol con una intensidad desconocida para mí en esta ciudad. Los padres dejaban que sus hijos jugaran con las bicicletas y los patinetes por la calle, los enamorados paseaban su amor parándose más veces de lo normal para besarse, primero con cariño y luego apasionadamente, y los amigos jugaban al fútbol en el parque.
Yo, por mi parte, tenía a mi lado a alguien a quien he tenido que esperar sólo dos semanas, aunque me haya parecido una eternidad. Con poder darle la mano habría sido suficiente para sentir brillar el sol aunque estuviéramos debajo de una tormenta. Y no es un decir, es que realmente mi Mr. Perfecto tiene una manera de sonreir con la que conseguirá cualquier cosa que se proponga. Tiene un algo que dejó con la boca abierta a la chica que nos puso el helado, que hizo que un niño chico se acercara con su balón para pedirle que se lo guardara mientras jugaba "a cosas de niñas" con su hermana y que ha conquistado a mis compañeros de piso.

Supongo que vivir con la sonrisa puesta 24 horas al día y 7 días a la semana es un don que sólo está al alcance de quienes han tenido la suerte de nacer con él. Ese carácter ni se aprende ni se imita. Sólo se disfruta :)

Una noche, cuando volviamos de cenar paseando a la orilla del río, pensé que sería mucho más cómodo caminar por el césped que bordea el camino de piedras sin zapatos. O puede que fuera el vino dulce que corría por mis venas el que lo pensó. La cosa es que me quité los zapatos de tacón que llevaba y comencé a andar por el césped, que para mi sorpresa resultó estar empapado. Mr Perfecto reía sin parar diciéndome que estaba loca, que cogería un resfriado y que pasaría en cama el resto de la semana. En ese momento, el vino que corría por mis venas decidió que ya nos habíamos divertido bastante y me hizo preguntarme -yo sé que con toda la mala idea del mundo- si decía aquello en serio y no le gustaba como era.

Ahora, desde la distancia, veo claramente que exageré, pero en el momento parecía que todo encajaba. Me paré en seco y él se acercó dando un par de zancadas a donde yo estaba, pensado que me había clavado algo en el pie. Bajé la mirada porque no podía enfrentarme en aquel momento a la posibilidad de que no le gustara y fuera a irse de mi lado, era demasiado feliz para dejarle marchar.

Pasaron algunos minutos hasta que me abrazó contra su pecho. Muy bajito me dijo que no pasaba nada y que volveríamos a andar cuando estuviera preparada. La curiosidad pudo con mi miedo y levanté la vista para poder mirarle a los ojos. Enseguida sonrió cuando nuestras miradas se cruzaron. Yo le devolví la sonrisa y entendí que estaba perdida. Sólo con verle sonreir se había ido toda mi angustia. Debía de estar demasiado colada por él para que tuviera tanto poder sobre mí. Y ya no hay marcha atrás. No sé por qué, pero a veces me da miedo. Sólo a veces, porque la gran mayoría del tiempo estoy feliz. Simplemente feliz. Sin aditivos ni mucha compañía, ni fiestas ni grandes planes. De modo discreto por fuera y con mucha paz por dentro.

Al día siguiente, al recordar la escena estando un poco más sobria le pregunté qué pensó que me pasaba cuando me dijo que andaríamos cuando estuviera preparada. Me respondió que había puesto "esa cara de cuando llegaste" y supo enseguida que algo no iba bien. Le expliqué lo que habia pasado y hablamos de ello un rato bien largo. Aunque sonreía cálida y cariñosamente, le faltaba la magia que despliega normalmente. Y me sorprendió que, lejos de sentirme mal, me gustara ese cambio. Hay que saber ponerse serio cuando la ocasión lo merece.

Me repitió diez millones de veces que yo le gustaba mucho, aunque no me lo llegué a creer del todo en ningún momento. Entonces pensé que me había hecho tanto daño mi ruptura anterior que ya no confiaría en lo que nadie me dijera nunca más. Pero entonces, recordé que también con mi ex fui siempre muy insegura. Sonrei encantada de ver que cada vez vivo menos las consecuencias de los últimos meses y voy resurgiendo un poco más como era yo. Una parte de la Mimi de antes y otra mitad nueva. Y me gustó mucho lo que vi. Quien era yo y quien tenía a mi lado. Claro que echo de menos a mucha gente y muchos momentos, pero cada vez estoy más segura de que quienes tengan que volver volverán y quienes no vuelvan es porque ya dieron a mi vida lo que estaban destinados a darme para hacerme quien seré mañana.

Y ni todo acabó en julio ni todo lo que me pase estará relacionado con lo que pasó entonces. Sigue habiendo días malos, pero esos días me entretengo con lo que puedo y trato de ser positiva. Es mucho más fácil ahora. Al final va a ser verdad que se sale. Con el tiempo y la distancia. Pero se sale