martes, 17 de marzo de 2009

Nacida para ser princesa...

Siempre me han dicho que yo he nacido para ser princesa. No sé cómo me las apaño pero siempre consigo que alguien se levante a por lo que necesito, que se cambien los planes por los que yo quería y que me regalen lo que se me antoja. Y no es que lo haga a propósito, simplemente es que tengo esa suerte. La misma que hace que no me llueva cuando viajo, que las azafatas de ryanair me dejen pasar con más kilos de los permitidos y que da la vuelta a la tostada para que no caiga del lado de la mermelada, como le pasaba al pobre Murphy.
Eso ayuda a que mi estado de ánimo sea de permanente felicidad y que mi color preferido siga siendo el rosa. Porque tengo la suerte de haber contado con la ayuda necesaria para dejar de verlo todo negro.

Ha hecho falta tiempo y mucha ayuda. Pero sobre todo tiempo.

Tiempo para asimilar que cuando una cosa se acaba no tiene por qué llevarse consigo todo lo demás. Tiempo para resignarme y comprender que no todo en esta vida tiene una sola causa que atajar para conseguir solucionar un problema. Tiempo para aprender a vivir bien conmigo misma para poder estar mejor con los demás. Y tiempo para abrir la caja de los recuerdos y poder contener las lágrimas.

No sé si algún día no habrá si quiera eso. Si algún día mis ojos no se entornarán emocionados al ver los regalos que me hizo, las fotos en las que salimos y las cientos de cosas que llevan su nombre escrito en mi vida. Por ahora me conformo con no tener que luchar por contener las lágrimas.

Y ante todo, me conformo con poder vivir mi vida. Un clavo quita otro clavo, me han dicho hasta la saciedad. Supongo que será cierto para muchas personas. En mi caso, no tuve la suerte de encontrar a alguien que me hiciera olvidar. He tenido demasiada suerte en todo lo demás. Sin embargo, cuando me fui encontrando mejor y tenía otro ánimo me di cuenta de que igual estaban ahí esas personas preparadas para hacerme olvidar y yo no las vi o quizás no les di la oportunidad.

Hace un tiempo que mister perfecto me besó. Tanto tiempo como hace que se fue a vivir a otro país. Obviamente no podía quedarse, ya sabemos todos aquí que la perfección no existe. Y menos mal, porque alguien dijo en algún comentario que cuando fuera menos perfecto se le podría querer mejor, y no sabeis cuánta razón tenía.

Fue verle agobiado con la mudanza y triste por dejar a los suyos y sentir lo que no había sentido durante días y días de atenciones y cuidados. En este país al parecer también se aplica eso de que nací para ser princesa. Igual que donde él se ha ido.

Y mi vida sigue con su imperfección, pero esta es muy agradable. Me gusta que antes de acostarme el último recuerdo que me venga a la mente sea el de sus besos y no la tristeza de sentirme perdida como este verano.

Por supuesto queda mucho por andar. Por eso no quiero hablar con Mister Perfecto de planes, de definiciones del nosotros ni de cuánto le quiero o le dejo de querer. Aún no puedo. Aún tengo miedo de que mi no-aniversario se esté acercando. Y mientras siga siendo así prefiero estar sola.

Sola pero de esta manera. Con sus besos, sus caricias, mi sonrisa todas las mañanas, esas ganas de hacerle feliz y la cuenta atrás para volver a verle. Parece mentira que esto sea posible. Tanto que tenía miedo de escribirlo aquí, el espacio de aquella Mimi enamorada de su ex.

La distancia es el olvido.

El tiempo lo cura todo.

Por eso espero no encontrarme de frente a mi ex en algún tiempo. Y es que me acuerdo de él cada día, me sigue dando miedo nuestro no-aniversario y a veces siento que aún queda la segunda ronda. Supongo que con más distancia y más tiempo terminaré de cerrar el capítulo del todo. Supongo que puesto que él pasó de mí yo tengo derecho a escribir aquí esto, aunque entonces ¿por qué me sigue dando cosilla? Es como meter en la cama del ex marido a otro hombre. Él se fue. Este es mi espacio. En mi espacio yo escribo lo que quiero. Pero no deja de hacérseme raro. No dejo de sentir que en parte le estoy traicionando. Aunque más me tracionó él a mí dejándome sola. Asi que, si no le gustan las consecuencias de sus actos, ¡Que no mire!