lunes, 29 de septiembre de 2008

Me ha domesticado...


Pero..., quién eres tú?-preguntó el principito- Eres muy hermoso...

-Soy un zorro-dijo el zorro

-Acércate..., ven a jugar conmigo-propuso el principito- Estoy tan triste!...

-Jugar contigo?

-No..., no puedo-dijo el zorro- Aún no estoy domesticado.

-No-dijo el principito- Busco amigos. Qué significa "domesticar"?

-Ah!..., es una cosa muy olvidada-respondió el zorro- Significa "crear lazos"

-Crear lazos?-preguntó el principito

-Así es-confirmó el zorro- Tú para mí, no eres más que un jovencito semejante a cien mil muchachitos. Además, no te necesito. Tampoco tú a mí. No soy para tí más que un zorro parecido a cien mil zorros. En cambio, si me domesticas..., sentiremos necesidad uno del otro. Serás para mí único en el mundo. Seré para tí único en el mundo...

-Creo que empiezo a entender-dijo el principito- Hay una flor... Creo que me ha domesticado.(...) Y... qué es lo que debo hacer?-preguntó el principito

-Debes tener suficiente paciencia-respondió el zorro- En un principio, te sentarás a cierta distancia, algo lejos de mi sobre la hierba. Yo te miraré de reojo y tú no dirás nada. La palabra suele ser fuente de malentendidos. Cada día podrás sentarte un poco más cerca.


Al otro día el principito volvió:

-Lo mejor es venir siempre a la misma hora-dijo el zorro- Si sé que vienes a las cuatro de la tarde, comenzaré a estar feliz desde las tres. A medida que se acerque la hora más feliz me sentiré. A las cuatro estaré agitado e inquieto; comenzaré a descubrir el precio de la felicidad! En cambio, si vienes a distintas horas, no sabré nunca en qué momento preparar mi corazón... Los ritos son necesarios.


Luego sugirió al principito:

-Vuelve y observa una vez más el jardín de rosas. Ahora comprenderás que tu rosa es única en el mundo. Cuando vuelvas para decirme adiós, yo te regalaré un secreto.


Se dirigió el principito nuevamente a la rosas:

-En absoluto os parecéis a mi rosa. Nadie os ha domesticado y no habéis domesticado a nadie. Así era mi zorro antes, semejante a cien mil otros. Al hacerlo mi amigo, ahora es único en el mundo.Las rosas se mostraron ciertamente molestas

-Sois bellas, pero aún estáis vacías-agregó todavía- Nadie puede morir por vosotras. Es probable que una persona común crea que mi rosa se os parece. Ella siendo sólo una, es sin duda más importante que todas vosotras, pues es ella la rosa a quien he regado, a quien he puesto bajo un globo; es la rosa que abrigué con el biombo. Ella es la rosa cuyas orugas maté (excepto unas pocas que se hicieron mariposas). Ella es a quien escuché quejarse, alabarse y aún algunas veces, callarse. Ella es mi rosa...

Hasta el tranvía me recuerda a ti...


Desde mi mesa de trabajo puedo ver detenerse el tranvía. Cada vez que se para me lo quedo mirando unos segundos, a veces inconscientemente, y otras veces acordándome desesperadamente de ti.

No estaba ahí cuando empezamos a salir. Entonces, la plaza en la que trabajo seguía abierta al tráfico, aunque parezca una eternidad de aquello.

De hecho, yo nunca he cogido el tranvía sin ti. Solíamos cogerlo después de una mañana de compras en el centro, cuando yo me moría de hambre y de calor. Era así porque tú eres un hombre tranquilo y comprensible, y no te alteras con esas cosas, sabes tomarte tu tiempo para cada movimiento. Yo, sin embargo, soy mucho más impaciente, no sé esperar. Y me conocías como si fuera un libro abierto, mucho más de lo que yo misma he llegado a conocerme.

Esos días en los que tomábamos el tranvía, iba tan feliz a tu lado que te proponía ir andando y te prometía no quejarme en todo el camino. Pero no me creías, y con la sonrisa en los labios me obligabas a montarme. No habían pasado ni cinco minutos desde que el tranvía comenzaba a andar, que te abrazaba y te reconocía que habíamos hecho bien en cogerlo, porque ahora me notaba más cansada. No en vano, la mayoría de las veces que pasábamos la mañana en el centro habíamos dormido juntos, y no se descansa igual durmiendo sola que acompañada. Ni se sueña igual de bien, desde que te fuiste mi lado, sin embargo, y aunque suene contradictorio, ni descanso ni sueño como antes. Me despierto cada mañana agotada, como si la noche, en lugar de restablecerme y confortarme me hubiese golpeado el alma, que es donde no se dejan moratones.

Por eso nadie comprende que ande con estos ánimos ni que siempre tenga sueño. Si tuviese moratones todos comprenderían mi dolor. La pena es que hay que vivir estas cosas para entenderlas, y creo que ni por esas nadie puede comprender los sentimientos de la persona que tiene al lado, porque para ello tendrían que afectarle las cosas en la misma medida, y nunca puede ser así. En eso consiste la maravilla y la imperfección humana. Todos somos diferentes, hasta el punto de que la persona que tienes al lado puede no comprender un dolor que te está matando por dentro, y tú quisieras meterle la mano en tu corazón, a sabiendas de que cuando se fuera acercando, la quitaría corriendo y te miraría asustado, como si hubieses pretendido quemarle la mano con fuegos más intensos que los del mismo infierno.

Eso siento yo. Que puedo estar rodeada de gente pero que siempre estaré sola. Que nunca comprenderán lo que siento, porque ellos no estuvieron conmigo cuando yo era tan feliz, ni sienten este dolor tan inmenso en el alma. Por eso no comprendo cómo él pudo irse, él que si que conocía nuestra felicidad...

viernes, 26 de septiembre de 2008

Pensamientos matutinos...

Hoy no he soñado contigo, pero al despertarme, como cada mañana me he hundido al recordar por qué no llevo mi querida alianza en el dedo.

Desde que me dejaste, ese es el despertar de todos los días. Suena la alarma y tomo conciencia de que es la hora de levantarse, me giro en la cama y entonces, me llega a la mente una realidad aún peor, mucho más cruda y dolorosa, y es que la tarde del 8 de julio, cuando me estaba bajando del coche y tras pasar tres días maravillosos contigo, me dejaste.

Sola y abandonada. Sin hambre, sin sueño, sin esperanzas, sin ilusión, sin magia, sin compañía, sin cariño, sin tu sonrisa, sin tu mirada, sin tus llamadas de buenas noches, sin tu tono de niño chico, sin los "te quiero" y los "contigo", sin llamarme gordita o nena... sin ti.

Y hoy, de camino al trabajo, a realidad pesaba demasiado para no aligerarla con un poco de fantasía. Me imaginaba que todo tenía solución y que volvíamos a estar juntos, pero entonces me surgieron las dudas de si eso sería posible. ¿Podría confiar en tus sentimiento cuando no me contaste que todo estaba acabando para ti? ¿Podría pasar por alto estos meses en los que has tardado 10 horas en responder a mis 3 escasos mensajes? ¿Podría volver a salir contigo sabiendo que a los cinco años puedes volver a agobiarte y te habré regalado media vida para luego quedarme sola?

Entonces, he pensado que igual no tengo más remedio que dejarle pasar, y, con el tiempo, rehacer mi vida con otro. Pero la descabellada idea no me ha durado en la mente ni un instante, ¿Cómo podría enamorarme yo de otro? Y he sonreido, extrañamente, de saber que no hay más salida. Pasarán los meses y tú serás otro, y yo seré otra, y puede que entonces nuestros caminos ya no confluyan, o puede que esas dos personas nuevas empiecen una relación nueva en la que se rían de lo que hacían de pequeños.


miércoles, 24 de septiembre de 2008

Te quiero


No podía acostarme sin decirte algo... TE QUIERO.


Aunque sea en vano, aunque no gane nada con ello, aunque esté sola en esto, aunque nunca sirva para nada, porque no se quiere a una persona para conseguir algo a cambio.


Podría decirte que te quiero contra los dictados de mi razón, pero estaría mintiendo. Sólo tengo motivos para quererte, porque no hay nadie como tú. Nadie tiene tu sonrisa ni es tan dulce. Nadie me ha tratado nunca como lo has hecho tú. Por eso es razonable que esté enamorada de ti. Por eso no puedo culpar a mi corazón por seguir queriendo estar a tu lado, a pesar de la distancia y del dolor que ha sufrido estos dos meses sin ti.


No hay marcha atrás, pero no por ello tengo que ser menos sincera conmigo misma. Te quiero, y por eso esta noche me costará de nuevo dormirme. Porque estoy enamorada de ti, aunque estarlo no sea más que un paso más hacia la locura y la perdición. Te quiero, te quiero, te quiero, te quiero, te quiero... y no hago otra cosa que pensar en ti... sólo vivo y respiro... para ti... te quiero! (Hombres G)

No puedo dormir...


Ayer no podía dormir. Me giraba en la cama nerviosa, imaginando cómo se arreglaba para salir, cómo apuraba sus vasos de ron y cómo hablaba con sus nuevos amigos.

En un intento por tranquilizarme me dije a mí misma que nadie se enamora en una noche, entonces, recorde esa sensación en mi estómago cuando le vi por primera vez. No hizo falta nada más, sólo verle sonreir de lejos mientras nos acercábamos. La noche se encargó de hacer el resto. Unas conversaciones insustanciales, unas miradas cómplices, algunos gestos nerviosos y otros de coqueteo (pongámos que me peiné el flequillo detrás de la oreja una media de cien veces por minuto)... Todo se fue mezclando en el estómago hasta que se me sonrojaron las mejillas y me di cuenta de que me gustaba. A veces simplemente ocurre. Una persona mira a otra y conectan. Entonces, la noche se encarga del resto.

No digo con ello que haya pasado la noche acompañado, por decirlo de alguna manera suave que no me rompa el alma al escribirlo, sino que puede haber conectado ya con alguien. La habrá mirado y habrá sentido en el estómago el pellizco de la curiosidad y la ilusión. Entonces, se habrá dicho a sí mismo que le quedaba un año a su lado y se habrá descubierto sonriendo.

Entiendo que luego puede ser que no funcione, que estar 5 años como estuvimos nosotros es muy difícil y que tiene que conocer a otras chicas para poder valorarlo, pero no puedo soportarlo. No puedo soportar imaginármelo ilusionado con la sonrisa de otra.

Me he estado preguntando qué habría sido de mí de seguir siendo novios; si mis celos me habrían dejado dormir esta noche. Entonces, me he recordado a mí misma el calor de sus palabras hace unos meses y la seguridad de su amor, y me he dado cuenta de que le habría creido si me hubiese dicho que el sol brillaba aunque fueran las tres de la madrugada y tuviera delante la luna menguante reinando en el cielo. Además, me habría escrito un mensaje al llegar a la residencia, contándome cómo había ido todo y prometiéndome que me querría siempre.

Sin embargo, ahora no sé nada de los españoles que conoció ayer. Para ser sincera reconoceré que no sé nada de nada sobre su Erasmus, mas que se fue ayer y que me respondió a mi mensaje diciendo que había encontrado unos españoles que le habían ayudado mucho. Todo lo demás sólo son vueltas que mi cabeza le ha dado a las pocas palabras que me ha dedicado y de las que ha tratado sacar el más máximo jugo. No puedo aceptar que se haya ido de mi vida, física y metafóricamente. No puedo porque el dolor me mataría el alma. Aunque tenga que hacerlo...

lunes, 22 de septiembre de 2008

Buen viaje, mi amor

Ya han pasado las siete de la mañana, y nada. No hubo llamada, mensaje ni correo.

Hoy me desperté minutos antes de que sonara la alarma. De repente, el sueño que tenía se interrumpió y me dio frío. La diferencia con otras veces fue el presentimiento de que era la hora, las siete de la mañana, y así era. Su avión estaría dirigiéndose a pista en ese momento.

Esperé entre las sábanas, abrazada al osito de peluche que me regaló hace cuatro años y con el que sigo durmiendo, a que pasara la hora del despeque. Algunas lágrimas se escaparon de mis ojos y fueron a morir a la almohada. Así hasta que la ansiedad pudo conmigo, y cuando casi casi no podía respirar del agobio de sentirme sola en la ciudad, me levanté y fui al balcón.

Miré el cielo y le dije que le quería. Que le quería tanto como siempre y que le deseaba suerte. Yo, por mi parte, me quedaré aquí los meses que me quedan intentando sobrevivir sin ti, porque si no lo hago, si abandono, no estaré cuando vuelvas.

Y permanecí con ese pensamiento hasta que hubo un momento en el que, mirando el suelo mojado a través de la ventana del autobus, supe que se había dormido. No sé si realmente fue así o sólo fue una mentira más en toda esta historia, escrita entre malas suposiciones y preguntas sin respuesta. La cosa es que senti ese calor que sólo se siente cuando el sueño le vence a uno, cuando el cansancio es más fuerte que todo lo demás.

Y pensé que la última vez que pisó el aeropuerto de nuestra ciudad y cogió un avión fue para ir conmigo a celebrar nuestro quinto aniversario a París. Fue mi regalo. Y por eso, puede que ahora mismo, mientras surca el cielo, esté soñando conmigo y con esos maravillosos días. Y casi quiero sonreir, aunque mi ciudad esté vacía, como así lo estoy yo, porque va de camino a un sueño que tenía muchas ganas de conquistar, y aunque no lo haga a mi lado, aunque no vaya a escribirme un mensaje cuando llegue ni hablemos esta noche para que le tranquilice, yo tengo que apoyarle y entenderlo. Como hizo él cuando yo me fui de Erasmus. Aunque en aquella ocasión, yo habría dado la vida por quedarme a su lado, tal y como me haría hoy.
Buen viaje, mi amor.

Sólo tienes que llamarme...


Mañana a las siete de la mañana se para la cuenta atrás.

Mañana a las siete de la mañana coge un avión para pasar un año de Erasmus. Un año que se cruza con el mío, y que nos mantendrá separados, más si separados si cabe, hasta el 2010.

He vivido este año y medio de distancia de muchas maneras diferentes. En un principio asustada, cuando una tarde cualquiera se me ocurrió indagar un poco en las expectativas de Erasmus que tenía el que era mi novio, que me respondió que le gustaría irse un año entero. Natural y respetable, fue lo primero que pensé. Yo ya había estado seis meses fuera y ahora me iba un año más, y no podía esperar sino que sus ambiciones fueran similares. Nunca saldría con nadie que no quisiera poder tocar la luna con la yema de los dedos.

No podía pedirle menos, ni podía esperar que sus ambiciones fueran menores, por lo que tendría que aceptar la prueba de fuego de pasar un año y medio en la distancia. A ratos estaría él fuera y yo en casa, luego ambos estaríamos en el extranjero, y al final volvería él para esperarme en la ciudad en la que nos conocimos. Eso si todo iba bien y no le perdía en el camino. Pero yo soy de naturaleza insegura y el miedo pudo conmigo. Entonces, el que era mi novio me prometió que me querría siempre y que todo saldría bien. No dijo esas palabras, porque él no es un hombre de letras, pero me lo dijo con el roce de su piel y con una seguridad tranquilizadora. Al parecer, un año y medio de distancia no es un problema cuando una relación va bien. O eso pensaba él.

Pero yo en aquellos momentos era tonta y no veía que para él nuestra relación no iba bien. Era una niña con una venda enorme en los ojos que interpretó su tranquilidad como una apuesta por nuestra relación y no como un pasotismo descarado ante el inminente final. Entonces, me volvi confiada y mi corazón respiró aliviado, seguro de que todo saldría bien. Tan bien que cuando llegáramos nos iríamos a vivir juntos.

Ahora, dos meses y medio después de que me dejara, vivo esta nueva separación como un pellizco más en el alma. Es un apretón que se suma al que ya me acompaña todo el día, pase lo que pase, salga el sol o truene, esté sola o rodeada de gente. Porque nunca estar sin él y no morirme de dolor será compatible. Y ahora tengo una pena más que llevar a la espalda. Ahora se va a conquistar nuevas ilusiones, a buscar nuevas personas y a completar su forma de ser con nuevos matices aprendidos lejos de mí. A partir de mañana me quedo sola en la ciudad, porque si él no está los demás no importan. Dejaré de arreglarme por si me tropiezo con él por la calle, dejaré de buscarle entre los lugares por donde sé que se pasea y dejaré de querer acercarme a su casa para cruzarnos por casualidad. Todo estará vacío. Nunca te encontraré en el banco en el que hablamos, ni en el que empezamos a salir, ni en el andén donde me dijiste por primera vez que me querías, ni en nuestra heladería favorita, ni en los cines a los que siempre íbamos, ni por las calles que hemos recorrido de la mano. Ahora más que nunca será imposible encontrarte.

Y puede parecer que estoy loca, pero yo tenía la esperanza de encontrarte un día esperándome en alguno de esos lugares, aunque la cabeza me dijera que de querer verme me llamarías y no te sentarías a esperar por si me daba por pasar por algunos de aquellos sitios. Pero tengo un corazón sordo y unos ojos ciegos. Tengo un alma loca. Loca por ti.

Y mañana moriré un poquito más cuando mi despertador suene a las 6.50, porque sabré que estarás embarcando. Moriré de todas las maneras que una persona puede morirse, hasta quedar atada a la vida por un vínculo más fino que el hilo. Porque aunque sea imposible, aunque no lo hayas hecho en estos dos meses y medio, aunque tu cabeza esté en todas partes menos en mí, aunque te haya escrito para desearte suerte y ni siquiera me hayas respondido, aunque no hayas dado ni un pequeñito pasito atrás en tu decisión dejarme.... A pesar de todo, espero que antes de dar el último paso que te separe de esta ciudad, de la nuestra, me llames y me digas que no puedes vivir sin mi. Aunque sea con un pie puesto aquí y otro en el avión. Porque si te vas llenarás tu corazón de otras cosas y personas, y no quedará hueco para mí mas que en el pasado. Y yo quiero ser tu presente y tu futuro. Y no será posible si te vas solo. Déjame acompañarte, prometo acurrucarme en un huequecito de tu corazón y hacerte más ligeras las penas, como siempre. A cambio, sólo tienes que llamarme...

viernes, 19 de septiembre de 2008

El gloss rosa

Estaba haciendo la maleta. Mañana me voy a la playa con mis amigas a pasar el fin de semana.

Después de meter ropa cómoda, un pijama largo y trajes para salir, me he dado cuenta de lo diferente que era esa maleta de otras que he preparado para irme contigo de fin de semana. Como cuando nos íbamos a la playa, y en mi mochila sólo llevaba un bikini, ropa interior y un libro. Eso era todo. Para estar a tu lado no me hacía falta nada más. Y me he acordado de esa parte fácil de mi vida, en el que las cosas simplemente funcionaban y la felicidad parecía el estado natural de ánimo.

Huyendo de esos sentimientos, huyendo de tu ausencia y del dolor que ello me causa, me he ido al cuarto de baño para ordenar mi caja de pendientes y decidir qué conjunto debo llevarme para cada ocasión. En mi cajón los pendientes, las pulseras, los collares, las pinturitas y las orquillas estaban mezclados de tal manera que formaban una maraña imposible de deshacer, y decidí echarle valor. Y me ha durado demasiado, teniendo en cuenta que en intento he encontrado tres pares de pendientes que me regalaron tus padres. El primero de ellos lo eligió tu padre, como regalo de reyes. Son de Agua de Sevilla y su color turquesa siempre me gustó, aunque no eran nada fáciles de combinar. El segundo de ellos fue un recuerdo que me trajeron cuando fueron de viaje al norte. Son dos trozos de cristales moldeados por el oleaje. El tercero, son los ositos de Tous que me compraste de su parte las últimas Navidades, porque yo quería algo sencillo que poder llevar siempre. Aunque desde el primer momento supiste que no había sido buena idea. Siento mucho que así fuera, de veras, pero a ti no puedo engañarte. Me conoces demasiado bien.

Iba a terminar de ordenar los pendientes (aún me quedaba por encontrar el conjunto de estrellas que me trajeron tus padres de otros de sus viajes) cuando encontré el corazón que me regalaste. Y eso es demasiado para mí. Era nuestro segundo aniversario. En San Valentín tú habías visto en una revista un colgante con forma de corazón que te había gustado, y me lo habías enseñado una tarde en tu casa. Y pasaron los días convirtiéndose lentamente en meses, hasta que me lo regalaste un 26 de abril de 2005. Nunca habría pensado que darías con él, ni que pedirías que te lo trajeran de Barcelona. Cuando estuve en Malta me preguntaron qué es lo más bonito que nunca hayan hecho por mí, y les conté la historia del collar que llevaba puesto. Todas las niñas me miraron envidiosas, aunque no me extrañé porque ya estaba acostumbrada a despertar ese sentimiento cuando contaba las maravillas que hacías por mí.

Y hoy tenía mi corazón en la mano, física y metafóricamente, y uno de ellos lo he guardado junto a los pendientes, mientras que el otro me lo he dejado desangrándose donde estaba, porque no soportaría su dolor de tenerlo en el pecho. Así que tengo el corazón que me regalaste, el de oro blanco, en un cajón, porque no voy a ser capaz de ponérmelo si no es para presumir de ti, porque ahora está vacío. Mi pobre corazoncito, que era mi joya preferida después de mi alianza, ha sido desterrado, como también lo ha sido ella. Y tengo el alma partida en dos, porque una parte quiere quedarse haciéndoles compañía en la soledad, aunque parezca una contradicción.

Quise terminar con todo aquello para acostarme, cerré el cajón de las joyas y el lugar que había elegido como desierto de Mantua. Entonces, abrí el armarito para coger el cepillo de dientes, y donde estos meses sólo he visto colonias y demás, hoy he visto mi gloss rosa, aquel que me regalaste por mi cumpleaños hace dos años. Mi primer pensamiento ha sido la duda de si no estaría seco, tanto tiempo después, de modo que me he pintado los labios. Y al girarme me he visto en el espejo, con los labios rosas, como aquella tarde que quedamos para merendar y bajé a verte con mi camiseta de cebra y los labios pintados. Era una locura porque esa camiseta era omo para salir por la noche y los labios tan oscuros empeoraban la estampa, pero entonces yo sólo tenía 21 años y no comprendía la diferencia entre arreglarse para ir a tomar un helado o para salir a bailar. Y tú sigues sin entender la diferencia a día de hoy.

Cuando el recuerdo pasó volvi a verme a mí misma delante del espejo, con el pijama rosa de Hello Kitty y los labios pintados. Entonces, me los he mojado lentamente, como hacía fijiendo naturalidad cuando sabía que me mirabas, y me he preguntado cómo puedes coger ese avión el martes y dejarme aquí. A mí, que los últimos cinco años he estado a tu lado y que he tratado siempre de complacerte tanto como he podido. A mí, que aquella tarde me puse tu camiseta favorita y me pinté los labios como te gustaba. Que estoy tan enamorada de ti que podría perdonarte estos dos meses, que me dejaras y que casi olvidaras lo feliz que eras a mi lado. Porque necesito volver a sentir la ilusión de arreglarme para verte. Y me colgaría el corazón, me pondría la alianza y me pintaría los labios de rosa. Aunque sea por la tarde y sea un color de noche. Porque no sé encontrar esa felicidad mas que estando a tu lado. Porque no sé vivir sin ti.

El amor no es la única causa de ceguera...


Ya veremos cómo sale esta entrada. Por ahora estoy aquí, con una sonrisita tímida que no tiene claro si dejarse ver, porque tampoco ella apuesta por que esto vaya a durar demasiado. Es como aquella mañana que pasé con mi amiga, en la que casi casi me creía eso que dice mi madre de que "cuando una puerta se cierra se abre una ventana".

Es una situación difícil la mía, la de enfrentarme a todas mis creencias, desde las más sólidas y consolidadas a las más insignificantes y circunstanciales. Me dicen lo mismo que un compañero blogero en su comentario, al que gustosamente he decidido dedicarle esta entrada, porque estoy convencida de que algún día miraré atrás y me tiraré del pelo por no haber confiado antes en sus creencias, que por muy extraño que parezca, dado el matiz tremendista de este blog, son las mismas que las mías.

Capítulo 1- El sol siempre sale
Siempre me gustó la película Sonrisas y Lágrimas. De pequeña, me sentaba a verla sin comprender qué significaba aquello de la araña en la bandera que tanto enfadaba al padre de familia. Sólo con unas lecciones de Historia comprendí que con esa "araña" llegaba todo un nuevo régimen (el nazi exactamente) y entendía la huída silenciosa de la casa, la insistencia de la policía en controlarles, el amor imposible de la hija mayor con un chico de uniforme beige y la escena final en la que todos subían montañas, así como por amor al arte.
Más tarde, en mi más tierna adolescencia, comprendí el momento en el que la monjita decía esa frase de mi madre sobre puertas y ventanas. Al parecer, la vida no terminaba por mucho que así lo creyéramos nosotros, y siempre encontraba la manera de seguir adelante su camino, abriendo puertas o ventanas y encontrando sendas que resultaban ser mejores incluso que las anteriores. Pero para entenderlo tuve que conocer a mis amigas del instituto, y tratar de hacerme una idea de cómo habría sido mi vida de quedarme en el colegio. Hasta que no estuve tranquila y feliz no supe ver la verdad de esas palabras, y me prometí que la próxima vez no tendría miedo de lo que me pasara, porque siempre saldría el sol.

Capítulo 2- Hay que confiar en el destino
Hace tres años me fui de Erasmus, dejando en mi ciudad a mi novio con la promesa de que volvería y le compensaría por mi ausencia. Me fui llorando y volví llorando.
Tomar el avión se me antojaba una decisión más parecida al suicidio que a una realización personal, ya que me veía en la obligación de realizar mi vida sin permitir que los lazos con una persona me ataran, pero en esa lucha podía perder lo que más quería. Y eso me daba pánico.
Entonces, antes de que llegara el día señalado, mi novio me regaló una declaración de confianza y yo quise devolverle el sentimiento. Me armé de valor y traté de convencerme de que todo saldría bien, creyendo que con esa promesa confiaba en el destino, aunque en realidad no hacía más que apostar por que nuestro amor sería más fuerte que aquella separación. Aunque sólo me di cuenta de ese matiz cuando mi avión de regreso despegaba, y me llevaba de nuevo a sus brazos.
No había confiado en el destino. Al acercarme al futuro, no había cerrado los ojos y me había dejado guiar, sino que había tenido su mano para mostrarme el camino de vuelta a casa. De vuelta a su lado. Y no me arrepentí, porque aunque fuera a mi manera, yo había sido una mujer independiente que no dejaba que su novio le atara los pies. Y con esa decisión había crecido como persona, por lo que me prometí que la próxima vez tomaría los retos con mayor tranquilidad. Al fin y al cabo el destino tenía algo pensado para cada uno de nosotros, y no podía ser nada malo. Sólo había que dejarse llevar por el camino que te tiene marcado con la confianza de que todo saldrá bien.

Capítulo 3- Nunca se ve el final del túnel cuando se está dentro
Esta última crisis en mi vida ha sido la más dura. Yo, que me creía una persona independiente y que creía tener todo un universo construido más allá de él, me he hundido como nunca tras su pérdida. Aunque haya pasado cosas peores, esta es la que más en el corazón me ha dado, y con eso no se juega.
Ha sido tan horroroso que cuando no sufro una insoportable pena en el pecho me siento vacía. Entonces, me asusto al descubrir que prefiero el dolor de su pérdida que la indiferencia al irlo superando, porque eso significa que le estoy perdiendo, que esto cada vez tiene menos vuelta atrás y que el tiempo no está pasando en valde. Ya no veo el principio del túnel, es cierto, pero tampoco veo el final. Ahora todo es oscuridad a mi alrededor, y no podeis pedirme que luche contra ella, yo, que a mis 23 años aún duermo con peluche.
Sin embargo, en otros momentos soy una alumna disciplinada y casi creo en mis dos conclusiones existenciales anteriores, y confío en que el sol saldrá porque el destino se encagará de llevarme por el camino adecuado. Pero entonces, justo antes de llegar a creermelo, viene la más absoluta oscuridad. Por eso creo que he logrado cerrar el ciclo de conclusiones existenciales con un tercer mandamiento. Nunca se ve el final del túnel cuando se está dentro. Y es una pena, porque sospecho que me reafirmaré en esta verdad existencial cuando lo haya superado y mientras la vida me sonría, y en la próxima crisis pasaré a olvidarla, como me pasa siempre... Por eso se dice eso de que los que están dentro no lo ven... porque el amor no es la única causa de ceguera...


Puede ser, que me haya equivocado una y otra vez, pero esta vez es cierto que todo va a ir bien, lo siento aquí en el pecho y en tu cara también y debe ser que pienso igual que ayer pero del reves todo se ve mas claro, mas facil no se, las cosas se van ordenando solas sin querer, y dicen que si una puerta se cierra se abre otra no se mas grande mas bonita y mas facil que ayer, mas facil que ayer y esta vez en cambio de una puerta viene un ventanal muy solido muy fuerte y con vistas al mar, con vistas al mar...

Y puede ser que me equivoque otra vez y puede ser que vuelva a perder, pero la vida me dice que me toca a mi eso de sentirme bien, y puede ser que me equivoque otra vez..(2)

y ahora que se marcha la tristeza y las penas tambien quisiera despedirme diciendoles que espero que no nos volvamos a ver debe ser que pienso igual que ayer pero del reves todo se ve mas claro, mas facil no se, las cosas se van ordenando solas sin querer, y dicen que si una puerta se cierra se abre otra no se mas grande mas bonita y mas facil que ayer, mas facil que ayer y esta vez en cambio de una puerta viene un ventanal muy solido muy fuerte y con vistas al mar, con vistas al mar...

Y puede ser que me equivoque otra vez y puede ser que vuelva a perder, pero la vida me dice que me toca a mi eso de sentirme bien, y puede ser que me equivoque



jueves, 18 de septiembre de 2008

No tenerte se nota en mis andares...

Siempre me ha dado pena la gente que dice odiar a los hombres. Les sentía como un niño diabético frente a la tienda de Chocolat, o mejor aún, frente a la chocolatería de Neuhaus de la esquina de la Grande Place de Bruselas.

A través del escaparate sólo podía verse cómo bañaban las fresas en chocolate y las disponían en fila sobre una bandeja de cristal. No había grandes fuentes de chocolate como en las demás, posiblemente porque se había popularizado la idea y ya no era estiloso presentar en su tienda lo que otras de menor calidad podían permitirse.

Sin embargo, para enterder la elegancia de esa tienda hay que entrar, no basta con ver al pastelero mimar cada fresa desde fuera. Entonces, podrás ver las estanterías repletas de pequeñas cajas, todas de colores parecidos, pero a la vez radicalmente diferentes. Cada una desprendía una sensación y comunicaba un mensaje distinto. Las había pequeñitas, envueltas en un papel marrón, que decían a gritos "te quiero". Otras eran alargadas y de color verde, y desde el momento en el que las veías de lejos comprendías que estaban ahí para cumplir la función de regalo de compromiso. Y así hasta el infinito. Hasta un delicioso infinito.

No puede haber nadie en este mundo que no disfrute con esa belleza, con la perfección de ese mundo creado sólo para el deleite, con el gusto que despierta en todo el cuerpo su sabor. Por eso nunca comprenderé que alguien pueda rechazar voluntariamente tomar chocolate.

Creo que con los hombres pasa lo mismo. Para mí, tener novio siempre fue el mayor orgullo del mundo. Yo había encontrado una chocolatería donde todo me gustaba, había tenido la suerte de que esa tienda echara el cerrojo por mí, y había decidido dedicarse a servirme en exclusividad desde aquel momento.

Y me sentía como una princesa, aunque para ser más exactos, quizás tenga que decir como una princesa consorte. Yo paseaba por mi ciudad con la cabeza alta, desafiante, como si nada de lo que pudiese ver en el mundo pudiese interesarme o importarme ahora que tenía mi chocolatería. Allí me ciudaban, me querían hasta la adoración, me hablaban siempre con el tono más dulce que nunca he oido y pensaban en mi cada instante.

Esas amigas mías que odian a los hombres me decían que mi novio era un pesado, porque me llamaba demasiado, y yo escuchaba entre sus palabras notas de envidia. Nadie podría cansarse de oir la voz de mi niño, de escucharle decir cualquier cosa sin importancia. Era evidente que estaban celosas de mi novio, no porque fuera especialmente guapo, sino porque me trataba como a una princesa, aunque yo no fuera más que una plebeya.

El que era mi novio es hijo único y sus amigos siempre tienen la sensación de que le ven demasiado poco. Era demasiada gente mirando a una sola persona, que les daba la espalda y sólo tenía ojos para mí. Y yo me pregunto, ¿Cómo puede alguien sostener que no quiere eso para sí misma? ¿Cómo puede alguien decir que no quiere encontrar a alguien a quien adorar para el resto de sus vidas y que esa persona le devuelva con creces lo entregado?

Pasar una noche con cada chico, salir meses y luego cansarse, decir que no estas hecha para relaciones largas... Todas me parecían tristes historias de gente solitaria que no había tenido mi suerte. Entonces, cuando esa noche mi niño me llamaba, yo escuchaba su voz más dulce que nunca, y le pedía que no me dejara nunca. Entonces, él, como siempre, me respondía que sería yo quien le dejaría. Y me parecía que esa respuesta me demostraba aún más su amor y me sentía la persona más afortunada del mundo por tenerle a mi lado.

Desde que me dejó, me siento la persona más pequeña del mundo. Ahora que ya no me quiere me conozco cada metro cuadrado de suelo de mi ciudad, porque no soy capaz de levantar la mirada mas que en algunos momentos,cuando creo que puede estar cerca y le busco entre la gente. Y creo que todos los que están a mi alrededor se dan cuenta de lo sola que estoy, no porque no vaya nadie a mi lado, porque también antes caminaba sin él, sino porque no me rodea esa aureola de felicidad que no me abandonaba antes.

Mis pasos, antes fuertes y confiados, se han vuelto pesadas caidas de pies torpes. Mis ojos, antes desafiantes y orgullosos, no encuentran motivo para levantar la perspectiva. Mi pelo, antes indomable contra el viento, resulta un estorbo continuo contra el que sólo logro pelearme.

Toda yo parezco una niña perdida, que busca a su madre, y que hasta que no la encuentra no consigue andar con esa gracia que tienen los pequeños y sonreir como sólo ellos saben, inspirando felicidad y tranquilidad al mismo tiempo.

La pena es que yo no voy a encontrarle. Estoy destinada a andar sin él por la vida, y eso se nota en mis andares.
Y me pregunto cómo puede haber gente que asegura no querer tener novio. Aunque puede que sea porque no le les ha cruzado la persona adecuada, y entonces recuerdo por qué me dan pena. Yo, por mi parte, tuve esa suerte demasiado pronto. Encontré la persona perfecta para mí, y con ella he estado cinco preciosos años. Ahora, cuando me falta, no tengo la más mínima duda al afirmar que prefiero morir de pena que no haberle conocido. Aunque no puedo negar que tras esas palabras escondo la esperanza de que vuelva para vivir su vida a mi lado. Entonces, volverá a brillar el sol aunque esté lloviendo para los demás, mis pisadas resonarán como si calzara tacones y mis ojos volverán a posarse en quienes se crucen en mi camino, y les dirá desafiante "ni lo intentes que yo no puedo estar más enamorada de lo que lo estoy hoy".

miércoles, 17 de septiembre de 2008

Game Over


Lo estoy intentando. Estoy intentando soportar tu ausencia. Con todas mis fuerzas.

Cada mañana mi primer pensamiento es para ti. Ni siquiera he abierto los ojos cuando recuerdo que me has dejado y me giro en cama esperando poder darle la espalda a la realidad, pero el tiempo pasa y tengo que decidir entre perderme entre las sabanas o coger el autobús. Hay días en los que consigo llegar a mi hora, pero hoy no era el caso.

Si la mañana esta fría cruzo los brazos en el pecho, y poco a poco me voy encogiendo en mi misma, hasta que, sentada en el autobús, caen por mis mejillas las primeras lágrimas del día. Entonces, me asalta el recuerdo del calor de tu cuerpo, el tono de tu voz y la luz de tu mirada. Y me muero de miedo de pensar que te he perdido para siempre, que nunca más vas a ser mío.

Así pasan las horas, alternando la pena de no tenerte con mis intentos por encontrarle un sentido a la vida más allá de estar a tu lado. Y a ratos me pierdo en el trabajo y me río con mis compañeros. Incluso llego a pensar que igual sobrevivo este año sin ti.

Cuando me doy cuenta estoy andando sola por mi ciudad, y mi pensamiento vuela como mariposa posándose en diferentes recuerdos a tu lado. Antes, lloraba desconsolada tu ausencia, pero desde el sábado trato de valorar la alegría infinita de haberte tenido, aunque fuese una simple hora. Y a veces funciona. Entonces, como ayer, sólo sé sonreír, como solía hacer antes de que me dejaras. Al parecer, eres el mal y el remedio de todos mis males.

Sin embargo, hoy no he logrado valorarte como te mereces. No he sabido conformarme con haberte visto una hora. Yo quería ir a comer a tu casa, dormir la siesta abrazada a ti, ver una película en tu cuarto, dar un paso por el centro, tomar un helado de chocolate blanco y cenar en el VIPS. Quería tenerte a mi lado aunque sólo fuera para mirarte, aunque no pudiera rozarte ni un segundo.

Quise borrarte de mi mente y me engañé a mi misma con una falsa autoestima, un optimismo barato que me repetía que saldría de esto y podría volver a ser feliz, aunque de otro modo. Y me fui a comer con mi compañera, pero en la puerta encontré un folleto de la Feria de las Naciones, donde solíamos ir cuando nos quedábamos solos en tu casa por la noche y volvíamos de cenar. Pasábamos por los puestos, nos parábamos delante del de muñecas y me preguntabas si quería una rubia con mi nombre. Yo siempre te decía que no, pero era mentira, y esperaba en vano que me compraras una contra mi voluntad. Pero nunca lo entendías, y cuando ya estábamos en el portal de casa y llevaba diez minutos con el puchero, me sonreías y me preguntabas de nuevo si estaba segura que no quería la muñeca. Entonces, yo te reconocía que quería una pero que ya daba igual, pero te lo decía porque sabía que no me dejarías sin ella, y que a la mañana siguiente la tendría en la cama al levantarme. Pero siempre te quedabas dormido.

Y de ese recuerdo pasé al de nuestras cenas en el Mc Donalds, y mi compañera estaba delante mía como si fuese una pared, porque yo no podía oírle, hablaba en algún idioma desconocido para mí.

Luego me propuso ir d compras, y yo sólo veía las sudaderas que te gustan y los conjuntos de ropa interior que me habría comprado para sorprenderte este fin de semana. De modo que decidí huir del mundo, y olvidar el calor de tu cuerpo al rozarse con el mío, pero el pasillo anterior a mi cuarto olía a tu champú, a tu desodorante, a tu ducha…. Olía a ti mojado saliendo con una toalla atada a la cadera. Y con ese recuerdo si que no puedo. Así que me rindo por hoy.

GAME OVER

martes, 16 de septiembre de 2008

Gracias por ser la primera piedra en el camino...


Hoy he quedado con mi mejor amiga de la facultad. Ella es cordobesa y yo de otra ciudad del Sur, y aunque el trayecto en tren es menos de 20 euros ida y vuelta no siempre hay tiempo y dinero para vernos. De hecho, hace dos semanas que no le veía. Dos largas semanas, acostumbrada a verla antes a diario.

Caminaba a su encuentro casi sin pisar el suelo porque tenía prisa, y al verla la he levantado del asiento con un gesto rápido y he comenzado a re-correr la Avenida principal de mi ciudad de camino a ninguna parte. Cualquiera que dijera que parecía que huía del demonio tendría toda la razón del mundo. Yo huía de mi demonio particular, una sombra de pena que me había tenido llorando todo el camino en autobus.

Sin embargo, antes de cruzar el paso de cebra que separa nuestro punto de encuentro de la avenida, mi amiga ya me tenía riendo como una loca. Me contaba cosas subrealistas sin ninguna importancia, pero que venían adornadas con unos gestos y una pronunciación únicos en el mundo. Me hablaba desde la máxima indignación con una sonrisa enorme en la cara, y cada cierto tiempo me mirada juguetona y me decía "Mi no comprender, pero si iguales son".

Casi casi había olvidado el efecto balsámico que tiene esa niña sobre mí. Y digo casi porque tengo una foto suya en mi cuarto, en la que me abraza con una cara que parece decir "que fácil y maravillosa es la vida" que me anima siempre que me encuentro triste. La miro y recuerdo aquel viaje en la que, por muchas personas que hubiese a nuestro alrededor, todo se resumía en ella. Cada momento, cada gesto, cada día, cada confesión, cada travesura, cada conversación... Todo tenía sentido por saberla cerca.

Por eso nuestro camarote lo recuerdo como el mejor lugar que visitamos aquella semana. Más que Barcelona, Mónaco, Florencia, Roma, Nápoles, Pompeya o Túnez. Por eso hoy he sido capaz de llevarla al último bar que pisé con él. Porque con ella todo es magia, aunque en el lugar anteriormente reinaran las tinieblas. Pero eso sólo se comprende cuando se conoce su sonrisa...
Una sonrisa por la que alguien de otro mundo ha cambiado su forma de ver la vida. Por la que otros muchos se han desvivido y por la que otros, a día de hoy, viven. Como yo, que casi había olvidado que ella es un motivo maravilloso para vivir. Casi casi.

Entonces, cuando pasamos por la última calle que recorrí como novia de quien amo, me giré divertida y le confesé que le había visto el sábado. Le dije que tenerle sólo una hora me serviría de ánimo estos tres meses, y toda la vida si era necesario, porque también él es el motor que mueve mi vida. Le conté el color de su sonrisa y el calor de su mirada, sus manos nerviosas, sus miradas impertinentes y esa forma especial de querernos que no estaba muerta. Que tenía cierto pulso, que aunque fuera débil, había logrado reanimar en sólo una hora. Entonces le hablé del futuro y ella no quiso oir. Pero poco importaba ya, porque yo tenía una mariposa rosa enorme posada en mi estado de ánimo, que sonreía al sentir húmeda la tinta con la que está escrito su recuerdo en mi memoria.

Y al final, como siempre, todo terminó en él, aunque esta vez me escribí a mí misma una nota para acordarme de agradecer más a menudo al cielo por tener a estrellas como mi amiga con las que comenzar el camino.

lunes, 15 de septiembre de 2008

Mis mariposas...


Tengo la cabeza llena de momentos. Vuelan todos por mi cabeza como si fueran mariposas.


Se preguntará, y con razón, cómo es entonces que consigo pensar algo lógico que escribir aquí esta noche. Verá, resulta que tengo la cabeza llena de mariposas, tantas como antes vivían en mi estómago cuando salía con él. Han subido porque abajo dicen que se aburrían, que ya no hay actividad alguna.

Para ser sincera, reconoceré que subieron el sábado por la tarde, tras despedirme de él en la esquina que separa dos calles de mi ciudad. Como verá, el sitio en el que le di mi último abrazo no tiene nombre que reconozca ningún GPS, tal y como los sentimientos que nos unen ahora no encuentran en el diccionario más que el vacío de la inabilidad humana de llamar a las cosas por su nombre.


Como le iba contando, todas estas mariposas vuelan revolucionadas por mi cabeza. Cada una de un color, de un tamaño, de una personalidad y composición distinta.


A ratos una mariposa azul se posa sobre la parte de mi cerebro que marca mi ánimo. Es una mariposa del color del cielo, de todos los colores imaginables de cielo, por eso, cuando se hace con el control, me regala momentos de paz conmigo misma.

Me dice que el destino sabe lo que hace y que todo lo que me ocurra será para mejor. Entonces, yo le repito que todo lo que yo quiero es estar con él, y con una voz susurrante que casi parece el ulular de un buho me promete que si eso es lo que quiero, lo tendré, porque todo en esta vida es cuestión de fe y de tiempo.


A esta pobre mariposa azul optimista suele quitarle el sitio una mariposa nocturna. Es uno de esas mariposas que realmente se merece el nombre de insecto, porque su belleza no es mayor que la de una mosca. Vestida de gris y con un batir de alas casi silencioso, se posa a mirar a las demás con la mirada perdida, como si hubiese llegado al lugar de casualidad y no tuviera muy claro cual es su función. En esos momentos mi vida transcurre hetérea y de puntillas por el mundo. Mi mente se distrae con placeres mundanos y cubre sus necesidades básicas sin especial placer. Casi parece que le he olvidado. Pero cuan cruel y vacío es el sentimiento de no pertenencia. Casi tan inosportable que hago todo cuanto está en mi mano por dejar que la mariposa negra se haga con el control, porque prefiero morir de pena que vivir como un fastasma. Aunque lo hago en secreto, porque no sé qué pensaría la gente de mí si me descubriera buscando su recuerdo cuando creo que le olvido.

Y puede parecer un dolor voluntario e inútil, pero esa mariposa negra logra conectarme de nuevo a la vida, que es lo máximo a lo que puedo aspirar hoy. Y lloro, y quiero gritar, y tirarme de los pelos, y dormir eternamente...


Así hasta que llega una mariposa roja. Bate las alas con osadía y tiene en su mirada escrita la tentación de dejarse llevar en su vuelo. Me propone quedar con ella una noche, salir a cenar, conocer a chicos nuevos y llamar a antiguos amores. Cuando hago oídos sordos a mi mente y me escondo detrás de mis gafas de sol, que más bien esconden mis ojos llorosos, siempre consigue ponerme delante a alguien que me saque la sonrisa. En un primer momento me enfado porque un desconocido no debería poder con esta pena, por la que me quiero morir y remorir de nuevo, pero la verdad es que, al final, siempre salgo del trance. Gracias a Dios, o a esa mariposa perversamente malvada.


Pero sólo consigue una sonrisa. No quiero hombres en mi vida por ahora. Sólo le quiero a él. Y me acuerdo de lo feliz que fuimos, de aquella noche que volvíamos en Madrid de ver el musical de Mecano y yo estaba cansada, y de tantos otros momentos insignificantes en los que sólo me dedicaba a quererte. Y entonces sé que tengo a la mariposa rosa posada en la fibra sensible. Es mi mariposa más antigua, a la que mejor conozco y con la que he convivido estos cinco años. Me regala los recuerdos más maravillosos del mundo, y me promete que habrán más a su lado. Por eso es la única que tiene nombre, porque es quien nos ha acompañado desde aquel jueves en el que nuestros caminos se cruzaron hasta hoy, porque aún sigue a mi lado, luchando por hacerse un hueco entre todas las demás nuevas inquilinas. Por eso quería terminar hoy, mientras aún dura su mandato en mi cabeza, dándole las gracias por alargar al máximo estos momentos, porque cuando ella caiga llegará la mariposa azul, y tras ella la nocturna y luego la negra, y será horroroso. Ni siquiera cuando llegue la roja me sentiré bien.

Menos mal que siempre llega a tiempo mi querida Ilusión, que me baña la vida de recuerdos y promesas rosas como sus alas.

domingo, 14 de septiembre de 2008

La canción más bonita del mundo

La primera canción que te recordó a mí fue "Noche de San Juan" de Niña Pastori, sin embargo, no sé cómo ni por qué, una noche me mandaste esta canción, y desde entonces siempre ha sido nuestra, más que ninguna otra. No es que la eligiéramos ni decidiéramos hacerla nuestra, sino que describía perfectamente lo que sentían esos dos niños de 18 años que empezaron a salir sin a penas conocerse y que, inexplicablemente, se necesitaban y amaban de repente.

Habla de esa persona con la que tu mano casa a la perfección, a la que tu corazón te dice que quieres, por la que te descubres llorando y a quien inexplicablemente echas de menos aunque no sea "the one". Por eso fue siempre tan especial, porque nosotros estábamos juntos casi por accidente, y yo no estaba nada segura de lo que tú sentías por mí, y eso nos había costado algunos malentendidos, hasta que me enviaste esta canción, con la que comprendí que, a pesar de lo extraño de las circunstancias, me querías.

"The one" es esa persona única en el mundo que supuestamente está hecha a la perfección para ti. Nuestra duda, después de habernos conocido una noche por mil casualidades distintas y en el momento menos oportuno, de habernos liado al día siguiente y de haber empezado a salir en nuestra primera conversación desde entonces, era cómo podía ser que todo casara tan bien de repente, cómo era que todo fuera tan perfecto si parecía que no estabamos predestinados el uno para el otro.

Es la canción más bonita que nunca he oido, porque toma el amor como lo que es, una simple conexión que surge entre dos personas sin explicación, y que hace que quieras vivir el resto de tu vida con ella. Y si no lo haces la echas de menos y te preguntas cómo puedes necesitarla tanto.

Con esta canción comprendí que "esa persona/the one" no aparece bajo un fluorescente señalándole y que puede estar en cualquier parte. Comprendí que el amor a primera vista valía tanto como el resto, o más, porque lo nuestro removía todo nuestro interior por un desconocido. Y no sabíamos cómo actuar para estar juntos sin asustar al otro con la magnitud de nuestros sentimientos, porque apostamos todo lo que teníamos en esta relación desde el primer momento sin decirlo en voz alta, porque ya daba suficiente miedo el pensarlo.

Y pasó el tiempo y seguí enamorada de ti como una loca. Y te echaba de menos cuando no estabas a mi lado como si fueras la única persona del universo. Y nuestras manos siguieron complementándose a la perfección. Y me sentía la mujer más feliz del mundo. Y quería vivir mi vida entera a tu lado.

Quiero vivir mi vida entera a tu lado. ´Cause I miss you... body and soul so strong that it takes my breath away...

If you're not the one then why does my soul feel glad today?
If you're not the one then why does my hand fit yours this way?
If you are not mine then why does your heart return my call?
If you are not mine would I have the strength to stand at all?

I never know what the future brings
But I know you are here with me now
We'll make it through
And I hope you are the one I share my life with

I don't wanna run away but I can't take it, I don't understand
If I'm not made for you then why does my heart tell me that I am?
Is there any way that I can stay in your arms?

If I don't need you then why am I crying on my bed?
If I don't need you then why does your name resound in my head?
If you're not for me then why does this distance maim my life?
If you're not for me then why do I dream of you as my wife?

I don't know why you're so far away
But I know that this much is true
We'll make it through
And I hope you are the one I share my life with
And I wish that you could be the one I die with
And I'm praying you're the one I build my home with
I hope I love you all my life

I don't wanna run away but I can't take it, I don't understand
If I'm not made for you then why does my heart tell me that I am
Is there any way that I can stay in your arms?

'Cause I miss you, body and soul so strong that it takes my breath away
And I breathe you into my heart and pray for the strength to stand today
'Cause I love you, whether it's wrong or right
And though I can't be with you tonight
You know my heart is by your side

I don’t wanna run away but I can’t take it, I don’t understand
If I’m not made for you then why does my heart tell me that I am
Is there any way that I can stay in your arms?


http//www.youtube.com/watch?v=6b9Vn6WkjPs

sábado, 13 de septiembre de 2008

Sólo un beso...



Dicen que esta foto es un montaje, que no fue realmente un beso espontáneo que nació entre dos jóvenes al terminar la Segunda Guerra Mundial, sin embargo, sigue siendo mi fotografía favorita.
Dicen que la foto de los obreros de Nueva York en la que aparecen comiendo sin cascos sobre las vigas de construcción de un rascacielos es un montaje, que realmente no estaban a esa altura o que abajo había una red que les aseguraba la vida, sin embargo, sigue siendo tu fotografía favorita.
Somos así de cabezotas, así de parecidos.

Puede que la realidad no sea en ocasiones lo más importante. Puede que los sentimientos que despiertan una foto sea más importante que la realidad que le dio vida. Eso siento yo por ti.

Te vas a Milán en 10 días, pero quisiste despedirte hoy de mí. A ratos pienso que no podías soportar más tiempo sin verme. Y en otros momentos creo que simplemente has querido quitarte esa cita de la lista de cosas a hacer, para dejar los últimos días libres para familia y amigos, los que son tu "hoy", tu presente, los que actualmente forman parte de tu vida.

Sin embargo, esta mañana he sentido que sigo siendo parte de tu vida, aunque la realidad no me de la razón, como en nuestras fotografías preferidas. No has parado de sonreir desde que me has visto, y en ciertos momentos, nos quedábamos mirandonos desafiantes, clavando la mirada del uno en los ojos del otro, como si con ellos pudiesemos decir lo que nuestros labios callan, que nos gustamos. Tan simple como eso.

Nos gusta estar juntos, nuestras personalidades encajan a la perfección y la mirada lee cierto deseo. O eso he sentido yo.

Lo que nos separa es un muro muy alto, de esos por los que puedes vislumbrar lo que hay al otro lado cuando te pones de puntillas, y durante un segundo casi crees ver con nitidez la hermosura de lo que te separa esa barrera de ladrillos, construida sobre mis ilusiones, mi entrega y mi amor por ti.

A nosotros nos separa tu ilusión por irte de Erasmus, unos últimos tiempos de relación en los que no supimos funcionar con la perfección de siempre y dos meses de ruptura. Un muro muy alto que no puedo derribar, por muchas sonrisas que te regale, por muy comprensiva que intente ser y por muchas mañanas que quedemos como hoy.

Lo que me queda el encuentro de hoy, es lo que le quedó a Iman de consuelo cuando se fue a la guerra en Cold Montain tras a penas haber visto tres veces a la chica de la que estaba enamorado, "un montón de recuerdos que son como un saquito de diamantes". He pasado contigo una hora maravillosa que me visualizaré en mi cabeza una y otra vez estos tres meses hasta que pueda volver a quedar contigo. Recordaré lo guapo que estabas, la sonrisa tan preciosa que tienes, el leve temblor de tu mano cuando la cogi entre las mías para verte las uñas, tu mirada divertida y desafiante, ese carácter tan maravilloso que tienes y ese último abrazo de despedida.

Estabamos separados el uno del otro por un par de metros y te pedi que te acercaras, entonces, alcé mis brazos y te rodee con ellos. Fue un consuelo sentir tu respiración contra mi pecho, y una alegría notar como me apretabas contra ti con suavidad pero firmeza, como si quisieras abrazar mi alma y pedirle que se cuidara en tu ausencia. Fueron algunos segundos, porque no ha sido de esos abrazos casuales , sino una comunión perfecta de dos cuerpos que se descubrieron el uno al otro y se han pertenido durante cinco años, y que se echaban de menos tras dos meses de separación.

En ese momento, giraste tu cabeza y me besaste en el pelo.
Y fue un beso cargado de dulzura y sentimiento.
Y pude sentir muchas cosas que no se corresponden con la realidad, como cuando miro mi fotografía favorita.
Luego tuve que darme la vuelta e irme sin preguntarte si tú sentías lo mismo, porque ahora no es nuestro momento. Tú no estás para mí porque vives entregado a otras ilusiones.
Sólo fue un beso, pero fue un beso tuyo. Todo un universo para mí. Un beso en el que he sentido que hay una razón para vivir escondida en tus labios, aunque la realidad, como en nuestras fotografías preferidas, sea otra.

jueves, 11 de septiembre de 2008

Lentamente...

Pasaron las siete de aquel día. Y las ocho. Y llegaron las nueve. Y sé que me dejaste antes de esa hora, de modo que ya no ibas a llamarme. Es de esas pequeñas certezas que una tiene aunque no sepa ni el por qué.

Desde entonces las horas han pasado lentamente, como si el gran reloj de arena que rige el mundo tuviera un cuello muy delgado por el que no pasan los granos que marcan que hemos perdido un minuto más en nuestra vida. A fuerza de intentarlo acaban pasando, pero a cambio nos dejan una insoportable sensación de pesadez y letargo. Como cuando uno está trabajando o un niño pequeño espera que llegue el día de Reyes. Entonces, el tiempo se alarga y en cada minuto caben horas, y en cada hora cabe una vida.

En cada una de mis horas cabe ahora una nueva vida, y todas son contigo. Me pregunto qué habría pasado si hubiese hecho esto o aquello, y si esos pequeños cambios me habrían dejado permanecer a tu lado. En otras ocasiones cuestiono mis propias creencias, y llego a dudar de que el destino tenga un plan para cada uno de nosotros. Esto que ha pasado parecía más el típico borrón con el que no contabas en un cuadro, un punto saltado de una rebeca nueva o una pequeña mancha de lejía en tus vaqueros favoritos. Es de esas cosas que se tuercen, que se rebelan ante el destino y le plantan cara con osadía. Algo así como si dijeran "pues ahora salgo por peteneras porque me da la gana".

Hay días en los que confío en que el destino sepa enmendarlo. Suelen ser días en los que brilla el sol y el cielo es muy azul. De hecho, antes de que todo esto pasara, yo estaba convencida de que contemplar detenidamente la hermosura de una rosa roja bañada por el sol de Andalucía podía con cualquier pena. Al mirarla con detalle se puede ver con claridad como todos los pétalos confluyen en perfecta armonía, y se comprende que, aunque seamos muchos en este mundo, el destino tiene sus propios medios para conseguir que cada uno andemos el camino que nos tiene reservado y para llevarnos por él diligentemente. Incluso logra entrelazar dos caminos, de manera que a partir de un determinado punto viajan juntos hasta el final. O eso pensaba yo.

Puede que el problema sea que hace demasiado que no veo una rosa roja. Tanto tiempo como hace que no me regalas una...
Por eso esperaba con la carita empapada
a que llegaras con rosas, con mil rosas para mí,
porque ya sabes que me encantan esas cosas
que no importa si es muy tonto, soy así.
Y aún me parece mentira que se escape mi vida
imaginando que vuelves a pasarte por aquí,
donde los viernes cada tarde, como siempre,
la esperanza dice "quieta, hoy quizás sí..."


lunes, 8 de septiembre de 2008

Dos meses sin ti...



Hoy justo hace dos meses que "vivo" sin ti. Se cumplirán alrededor de las 7 de la tarde. No sé exactamente la hora a la que me dejaste. Puede que fuera más tarde.

Hoy sólo he podido pensar en lo felices que hemos sido. No he querido recordar aquella tarde dolorosa en la que todo terminó para uno de los dos, porque yo sigo enganchada a ti como siempre.

Dos meses con sus cuatro semanas, cada una de ellas hecha de 7 días, y cada uno de ellos compuesto por 24 horas, y así hasta llegar a las milésimas de segundo, porque ni una de esas he pasado sin pensar en ti, mi amor.

Ha pasado todo el verano, tanto es así que las hojas bailan sujetas por un hilo al árbol, pensando si este frío repentino es muestra de que ha llegado el otoño o sólo es un cruel adelanto de lo que nos queda por vivir. Porque me quedan unos meses muy duros en esta ciudad sin ti. Cuando te hayas ido te llevarás contigo mis esperanzas de que me llames, esperanzas que son más fuerte hoy, valga la paradoja, porque casi creo que sabes que día es, y por ello piensas más en mí, y puede que hoy sea el día en el que tu corazón me vea en una foto y me recuerde, y te pida volver conmigo.

Se lo pido a tu corazón, no a tu cabeza como hacía antes, porque si algo he entendido estos dos meses, es la triste certeza de que cuando alguien quiere a otra persona no le deja por motivos razonables. Ningún corazón puede aguantar este dolor que tengo yo en el pecho, por muchos motivos que la cabeza tenga. De modo que sólo me queda pensar que tú no sientes el mismo dolor que yo, lo que significa que no me quieres tanto como yo a ti.

Ya no te pido que me quieras más que yo a ti, como antes prometías, sino que al menos me quieras lo suficiente para que no puedas soportar la idea de que se cumplan los dos meses sin mí...

Llámame por favor...

viernes, 5 de septiembre de 2008

Tonta de mí...


Creía que hoy no dolías.

He pasado media noche pendiente de mi gatita, que cada hora me levantaba pidiendo comida, cariñitos, una ayuda para dormir o que jugara con ella. Y claro, me han dado las tres de la tarde recuperando el tiempo perdido entre mis sábanas rosas. De modo que podemos decir que mi vida ha comenzado hoy con el trabajo, a las cuatro y media.

Trabajar por la tarde suele ser aburrido porque no hay nada que hacer, más que esperar un correo o una llamada, y eso es, en esta "situación mía particular de ahora", un horror. Nunca estuve hecha para la espera, pero ahora menos. Como le pasaba a Chiyo en Memorias de una Geisha, yo soy en gran parte agua, como también demuestran mis ojos azules, y aunque eso es bueno porque podemos hacernos camino entre rocas y hallamos la manera de continuar, no tenemos paciencia, no sabemos esperar.

Pero hoy la llamada no ha tardado ni una hora en llegar y, aunque tenía que estar a las siete en el lugar, mi jefe me ha animado a que saliera en ese momento. De modo que tenía una hora y media para recorrer una calle, que aunque sea la principal de mi ciudad, no es especialmente larga.

Y allí estaba yo, con mi periódico bajo el brazo pidiendo un café en el Starbucks para tomármelo en un banco al sol, cuando un inglés se empeñó en pagarmelo, y el chico de la caja, que ya me conoce, le aceptó el dinero guiñándome un ojo. ¡Cómo si no supiera él que no ando yo para líos! Porque no es que yo se lo haya dicho, pero supongo que habrá notado que algo me pasa cuando muchas tardes no me quito las gafas de sol para pedir aunque esté dentro del local, y que otras tantas lo he hecho dejando al descubierto dos ojos azules inyectados en sangre de tanto llorar. Pero como hoy no había llorado, puede que entendiese que hoy tocaba sonreir un poco. No sé.

La cosa es que aquel inglés, quería invitarme a cenar y yo me sentía muy incómoda. Tenía la intención de enseñarle el anillo que llevo en lugar de mi alianza de antes y decirle que tenía novio, pero no me sentía con fuerzas de decir una mentira tan grande. Siempre me gustó enseñar mi alianza y presumir de que tenía pareja. De que salía con él. Aquello les paraba los pies porque comprendían que yo era de otra persona, que no tenían derecho a nada sobre mí, que era un caso perdido... una niña perdidamente enamorada...

Y andaba yo pensando en eso cuando el chico de la caja me llamó y me regaló una cookie de chocolate blanco, como sabe que me gustan. Y me fui al parque a tomarme mi cafe y mi cookie leyendo el periódico. Y casi me fui al parque por donde sé que puede pasar él, pero vencí la tentación. Y casi me sentía bien. No feliz, pero sí al menos bien.

Y así he estado hasta hace diez minutos. En una nube en la que había unas voces, de timbre sorprendentemente parecido al de mi madre y mis amigos, que me decían que igual sí que conseguía ser feliz, aunque fuera dentro de mucho, mucho, mucho tiempo.

Y casi casi llamo a mis amigas para ir al cine, porque ya sabes lo que me gusta ir al cine, cuando he mirado por la ventana y he visto, entre la oscuridad, aquella plaza donde nos sentamos a hablar aquella noche. En la que te agobie pidiéndote cosas que no podías darme, hablando de mis necesidades y llorándote que te quería.

Y de repente recuerdo que sólo quiero hacer cosas contigo. No quiero vivir sin ti. Quiero dormirme esta noche y no despertar.

Tonta de mí, que casi llegué a pensar que hoy no me dolías...

jueves, 4 de septiembre de 2008

¿Me invitas al cine?



Hoy he estado ocupada todo el día, lo que no lleva obligatoriamente aparejado que no me haya acordado de ti. Lo he hecho a cada instante. Estabas en cada gesto, en cada pensamiento, en cada palabra, en cada mirada... estabas en mí como siempre. Como lo has estado estos últimos cinco años.

Y estoy tan consumida por esa presencia continua tuya, que no tengo fuerzas para sentarme y escribirte nada, porque ya sabes todo lo que ha pasado. Sabes que lo he intentado y que no lo he conseguido. Que he salido, que he visto a mis amigos, que he tratado de olvidarme de ti y que he buscado nuevas ilusiones. Y sabes que ha sido en vano, porque te llevo tan dentro como siempre, y ahora que ha caido la noche, me dueles más que de costumbre. Aunque este sufrimiento tiene una solución muy simple...

¿Me invitas al cine?

miércoles, 3 de septiembre de 2008

Hoy duele mucho, mucho, mucho



Hay días en los que tu ausencia me duele demasiado. Como hoy. Aunque lleve el pelo suelo, mi traje preferido y los ojos pintados. Antes toda pena se solucionaba así. Me arreglaba lo suficiente para estar segura de que mis pasos no dejaban indiferente a nadie y salía a verte. Entonces me comías con la mirada y me apoyabas contra tu coche para besarme, porque así podías sentir más cerca el calor de mi cuerpo y la forma de mis curvas.
Sin embargo hoy no vas a verme. Llevo un traje que no conoces y que seguro que te gustaría. Puede que, si siguieramos juntos, al verme venir de lejos te gustara tanto que te mordieses el labio de abajo como solías hacer antes para demostrarme que te gustaba lo que llevaba. Y cuando estuviera muy cerca, con mi boca cerca de tu cuello, me susurrarías algo así como "Oye rubia ¿tienes plan?".
Pero hoy no voy a verte. Ese es mi plan. Hacer mi vida sin ti. Y eso que el plan de hoy es de los mejores que he tenido en los últimos dos meses. Voy a salir a bailar con mis amigos.
Pero hasta eso ha perdido la gracia, porque ya no me preguntas qué voy a ponerme para salir sin ti, ni vas a quejarte de que tenga muy poca verguenza por la cantidad de piernas o de escote que enseñe. Ni siquiera vas a querer verme antes de salir, para poder disfrutar tú también un poquito de lo guapa que me he puesto.
Me gustaba cuando querías verme antes de irme de marcha o te empeñabas en llevarme al sitio donde hubiese quedado. Echo de menos saberte esclavo del deseo. Del deseo por mí.
Hoy llevo un traje y es corto, ¿no te importa? ¿de verdad no quieres verlo?
Yo, por mi parte, no sé por qué voy así arreglada, si no van a verme los ojos que quiero. Porque te quiero. No sabes cuanto. Tanto que no comprendo por qué el mundo sigue girando. Tanto que quisiese no levantarme un día. Tanto que no entiendo que haya vida sin ti. Tanto que quiero morirme.
Y sé que tienes la cabeza llena de ilusiones en las que no entro, pero no llego a hacerme una idea de cómo es eso posible, ¿Cómo puedes pensar en irte sin valorar lo que dejas detrás? No tienes que elegir entre una cosa o la otra. Yo estaría contigo en la distancia, te apoyaría cuando te sintieras triste o agobiado, iría a verte tanto como quisieras, hablaríamos cada noche y cada rato libre...
Y yo sería tan feliz de saber que me quieres...
Sería tan feliz de tenerte de nuevo...
De poder hablar contigo...

martes, 2 de septiembre de 2008

Comunicando...




Mi novio está comunicando.



-Ya no es tu novio. Empieza de nuevo, Miriam.

-Joe, ya que me has quitado las ganas de escribir.

GAME OVER





...15 minutos más tarde...





Mi ex está comunicando. Eso intento decirme a mí misma. Y a ratos me lo creo, y casi puedo sonreir con normalidad y tomarme una Cocacola sin acordarme de él al abrirla. Porque a mi ...ex... le gustaba abrirla muy poquito, y yo siempre lo olvidaba. La pena es que entonces ya no había remedio, más que mirarle con ojitos de cordero degollado. Además, otra pena es que ahora nunca olvido abrirla a medias. Y una pena mayor es tratar de beber de ella así, por si eso me acerca más a él y me hace menos diferente, que es uno de los motivos que me dio para dejarme. Volvemos al gato que quiere ser pez de la primera entrada. Yo sería lo que él quisiera que fuera.

Somos demasiado diferentes y no compartimos más que el cine. Ese es el motivo que me dio para dejarme. Por supuesto hay otros motivos, pero esos no los pronunció, esos los he ido yo desenterrando poco a poco en estos dos meses. El principal es que yo le agobié hablando de futuro, y no atendi a su indirecta cuando me sacó el tema aquella noche en aquella plaza cuando me dijo que los plazos de mis planes no cuadraban. Otro es el muro que sin querer he creado estos seis meses entre nosotros, con mi mal humor y mi cansancio. Puede que tambien haya influido que mi ...ex... (¿Siempre será tan duro llamarle así?) tenía por delante su último verano como estudiante con sus amigos, y entiendo que quisiera exprimirlo al máximo. Incluso puede que su ilusión por irse de Erasmus le haya hecho sentir que en el mundo hay otras cosas además de mí.

Y este último motivo hace que todos los que no le conocen me digan "Se quiere tirar a media Italia". Sin embargo, por algo será que quienes le conocen, aunque sean mis amigas, ni se plantean esa posibilidad. No es que yo tenga la venda en los ojos, es que mi ...ex... es lo bastante tímido e introvertido como para no apreciar las relaciones de una noche ni encuentre la gracia del tonteo esporádico. Mi ex es un hombre de costumbres. Le gusta apostar por una chica y salir con ella. Y eso es difícil de conseguir en una Erasmus.

Y aquí me encuentro yo, enamorada de alguien que comunica. Estaba hablando conmigo cuando el cansancio me venció y el teléfono se me fue resbalando de la mano, y terminó rozando el suelo, levemente abrazado por mis dedos inertes. Entonces decidió colgarme porque le llamaban por otra línea. Y ahora está inmerso en esa conversacioens sobre nuevos intereses e ilusiones. Y comunica para mí.

Yo, por mi parte, no puedo hacer nada más que esperar a que termine esa conversación, y cruzar los dedos para que no haya una llamada en espera que coja antes que la mía, porque me queda el triste consuelo de que todo lo que nos mantiene separados ahora no tendrán sentido cuando yo vuelva (porque también yo tengo mi propio Erasmus particular) y volvamos a coincidir.

Y puede que entonces volvamos de nuevo. Y "coincidamos" en todos los sentidos que tiene esa palabra. Porque ahora es imposible, pero no hay nada que no tenga remedio más que la muerte. Y tengo un año y medio para vivir mi vida, para aprender a valorarle y darme cuenta de cómo sería la vida sin él. Luego llegará el 2010 y con él la esperanza. Y podré llamarle por si no comunica.

A ratos, cuando me siento muy positiva, recuerdo que él vuelve a nuestra ciudad cinco meses antes que yo. Y entonces sueño con encontrarme una nota en el buzón cuando llegue cargada de maletas a casa. Será una carta pequeñita, porque él no es hombre de palabras, en la que simplemente pondrá "Call me"...

lunes, 1 de septiembre de 2008

Desde el principio, como a ti te gusta


Ayer mi cabeza hizo la conexión, y como ocurría cuando eras pequeño y hacías la típica maqueta de tecnología, al darle al interruptor la electricidad viajó por todo el cable sin deterse hasta encender una pequeña bombillita. Al principio de manera más ténue y discreta... luego con más fuerza y decisión.

Verás, resulta que yo hasta ayer no sabía por qué me habías dejado. Como máximo he tenido ciertas aproximaciones a tu verdad, algunos momentos en los que creía que podía ponerme en tu lugar y comprender por qué ya no quieres vivir tu vida a mi lado.

El interruptor de ayer fue un sms en mi movil. No me lo habías mandado tú, porque tú no eres hombre de palabras. Te lo había mandado yo, que soy mujer de letras. De pensarlas, escribirlas y decirlas en demasía. Y de eso va el cuento de hoy. El comienzo de todo. O el final de todo si queremos hablar, como dice mi psicóloga, "con los pies en el suelo". Como si yo pudiese volar con este ala rota, con este corazón tan pesado, con estos ojos llorosos y contigo aquí. No podría dejarte aquí.

Resulta que el mensaje decía que te quería. Que te quería tanto que nunca podría vivir sin ti. Que no concebía la vida sin tu sonrisa, sin tu forma de quererme, sin saberte mío y yo tuya. Y ¡cómo es la vida! Resulta que fue esa conversación la que terminó de alejarte de mí.

Pero te recordaré todo desde el principio, como te gusta a ti que yo te cuente las cosas, como cuando te tumbabas en mi cama y yo te hacía cosquillas en el pelo mientras te contaba mi vida, la parte superficial en la que tu no estabas y que no tenía el más mínimo interés, pero tu callabas porque te gustaba verme hablar, y a mi verte callar, como decía Pablo Neruda.

Me gustas cuando callas porque estás como ausente,
y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca.
Parece que los ojos se te hubieran volado
y parece que un beso te cerrara la boca.


¡Qué no daría yo por darte un beso que te cerrara esa boca!

Resulta que he tenido un semestre dificil. He estado tosca y huraña. Y cansada. Muy cansada. Lo que hizo que relajara mi amor por ti, que olvidara callarte la boca con besos y que dejara de hablarte como te gustaba. Error mío. Mea culpa. Como te dije aquella tarde en la que me dejaste, podrás odiarme toda la vida por haber detonado el final de esta relación. Yo, por mi parte, te odiaré toda la vida por no habermelo dicho y haber permitido que mi pasotismo secara tu amor. La vida se me va a quedar corta para odiarte por no darme la oportunidad de enmendar el error. Porque todos tenemos derecho a equivocarnos. Y yo te quiero. Te amo. Te necesito. Y valía la pena darme la oportunidad de demostrartelo.

El problema es que mi amor no supo expresarse. Ha estado torpe estos seis meses. Para decirte cuánto te quiere te prometió mi corazón para siempre. Y esa palabra puede dar miedo cuando viene en momentos inciertos.

Y allí estaba yo. En la plaza aquella pidiéndote que no te enamoraras de otra en este año que vamos a pasar separados y llorándote que a cambio prometía entregarte mi vida entera. Y de nuevo esa palabras fueron demasiado.

Al parecer es cierto eso de que hay quienes tienen miedo al compromiso. O puede que mi compromiso no llegara en el momento adecuado. O con el realismo adecuado. Mi pobre amor quiso prometerte que nunca podría amar a otro como a ti, aunque no conociera a esos otros, porque sabía de antemano que nadie es como tu.

Sin embargo, aquella noche tu amor andaba despistado, y no comprendió que yo no te exigía nada. Como tu lengua, que olvidó decirme que te estabas agobiando.

Y te fuiste con el agobio a tu casa, y te comieron los demonios, y luego me comieron a mí. Y ahora mirame: no soy nada.

Habría sido tan fácil evitar que esto hubiese pasado. Tan fácil de aclarar. Tan fácil de enmendar si no hubiese ido a más. Tan fácil de solucionar si me hubiese dado cuenta cuando me dejaste...
Pero ahora ha pasado el verano. Te vas en dos semanas. Ya no soy para ti más que pasado, mientras que tú lo eres todo para mí. De modo que me quedaré deshojando margaritas con el "volverá conmigo, no volverá" hasta el 2010. Puede que se quede el mundo sin margaritas, pero aún quedarán rosas. Para que me las lleves a casa y yo las coloque en un jarrón, antes de tumbarme en la cama y tomar tu cabeza en mi pecho, porque te gusta que te haga cosquillas mientras te cuento las cosas sin importancia que me pasan. Porque lo más importante ya lo sabrás, porque lo habré vivido contigo. Y te lo contaré desde el principio, como a ti te gusta.