miércoles, 24 de septiembre de 2008

No puedo dormir...


Ayer no podía dormir. Me giraba en la cama nerviosa, imaginando cómo se arreglaba para salir, cómo apuraba sus vasos de ron y cómo hablaba con sus nuevos amigos.

En un intento por tranquilizarme me dije a mí misma que nadie se enamora en una noche, entonces, recorde esa sensación en mi estómago cuando le vi por primera vez. No hizo falta nada más, sólo verle sonreir de lejos mientras nos acercábamos. La noche se encargó de hacer el resto. Unas conversaciones insustanciales, unas miradas cómplices, algunos gestos nerviosos y otros de coqueteo (pongámos que me peiné el flequillo detrás de la oreja una media de cien veces por minuto)... Todo se fue mezclando en el estómago hasta que se me sonrojaron las mejillas y me di cuenta de que me gustaba. A veces simplemente ocurre. Una persona mira a otra y conectan. Entonces, la noche se encarga del resto.

No digo con ello que haya pasado la noche acompañado, por decirlo de alguna manera suave que no me rompa el alma al escribirlo, sino que puede haber conectado ya con alguien. La habrá mirado y habrá sentido en el estómago el pellizco de la curiosidad y la ilusión. Entonces, se habrá dicho a sí mismo que le quedaba un año a su lado y se habrá descubierto sonriendo.

Entiendo que luego puede ser que no funcione, que estar 5 años como estuvimos nosotros es muy difícil y que tiene que conocer a otras chicas para poder valorarlo, pero no puedo soportarlo. No puedo soportar imaginármelo ilusionado con la sonrisa de otra.

Me he estado preguntando qué habría sido de mí de seguir siendo novios; si mis celos me habrían dejado dormir esta noche. Entonces, me he recordado a mí misma el calor de sus palabras hace unos meses y la seguridad de su amor, y me he dado cuenta de que le habría creido si me hubiese dicho que el sol brillaba aunque fueran las tres de la madrugada y tuviera delante la luna menguante reinando en el cielo. Además, me habría escrito un mensaje al llegar a la residencia, contándome cómo había ido todo y prometiéndome que me querría siempre.

Sin embargo, ahora no sé nada de los españoles que conoció ayer. Para ser sincera reconoceré que no sé nada de nada sobre su Erasmus, mas que se fue ayer y que me respondió a mi mensaje diciendo que había encontrado unos españoles que le habían ayudado mucho. Todo lo demás sólo son vueltas que mi cabeza le ha dado a las pocas palabras que me ha dedicado y de las que ha tratado sacar el más máximo jugo. No puedo aceptar que se haya ido de mi vida, física y metafóricamente. No puedo porque el dolor me mataría el alma. Aunque tenga que hacerlo...

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