lunes, 22 de septiembre de 2008

Buen viaje, mi amor

Ya han pasado las siete de la mañana, y nada. No hubo llamada, mensaje ni correo.

Hoy me desperté minutos antes de que sonara la alarma. De repente, el sueño que tenía se interrumpió y me dio frío. La diferencia con otras veces fue el presentimiento de que era la hora, las siete de la mañana, y así era. Su avión estaría dirigiéndose a pista en ese momento.

Esperé entre las sábanas, abrazada al osito de peluche que me regaló hace cuatro años y con el que sigo durmiendo, a que pasara la hora del despeque. Algunas lágrimas se escaparon de mis ojos y fueron a morir a la almohada. Así hasta que la ansiedad pudo conmigo, y cuando casi casi no podía respirar del agobio de sentirme sola en la ciudad, me levanté y fui al balcón.

Miré el cielo y le dije que le quería. Que le quería tanto como siempre y que le deseaba suerte. Yo, por mi parte, me quedaré aquí los meses que me quedan intentando sobrevivir sin ti, porque si no lo hago, si abandono, no estaré cuando vuelvas.

Y permanecí con ese pensamiento hasta que hubo un momento en el que, mirando el suelo mojado a través de la ventana del autobus, supe que se había dormido. No sé si realmente fue así o sólo fue una mentira más en toda esta historia, escrita entre malas suposiciones y preguntas sin respuesta. La cosa es que senti ese calor que sólo se siente cuando el sueño le vence a uno, cuando el cansancio es más fuerte que todo lo demás.

Y pensé que la última vez que pisó el aeropuerto de nuestra ciudad y cogió un avión fue para ir conmigo a celebrar nuestro quinto aniversario a París. Fue mi regalo. Y por eso, puede que ahora mismo, mientras surca el cielo, esté soñando conmigo y con esos maravillosos días. Y casi quiero sonreir, aunque mi ciudad esté vacía, como así lo estoy yo, porque va de camino a un sueño que tenía muchas ganas de conquistar, y aunque no lo haga a mi lado, aunque no vaya a escribirme un mensaje cuando llegue ni hablemos esta noche para que le tranquilice, yo tengo que apoyarle y entenderlo. Como hizo él cuando yo me fui de Erasmus. Aunque en aquella ocasión, yo habría dado la vida por quedarme a su lado, tal y como me haría hoy.
Buen viaje, mi amor.

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