jueves, 18 de septiembre de 2008

No tenerte se nota en mis andares...

Siempre me ha dado pena la gente que dice odiar a los hombres. Les sentía como un niño diabético frente a la tienda de Chocolat, o mejor aún, frente a la chocolatería de Neuhaus de la esquina de la Grande Place de Bruselas.

A través del escaparate sólo podía verse cómo bañaban las fresas en chocolate y las disponían en fila sobre una bandeja de cristal. No había grandes fuentes de chocolate como en las demás, posiblemente porque se había popularizado la idea y ya no era estiloso presentar en su tienda lo que otras de menor calidad podían permitirse.

Sin embargo, para enterder la elegancia de esa tienda hay que entrar, no basta con ver al pastelero mimar cada fresa desde fuera. Entonces, podrás ver las estanterías repletas de pequeñas cajas, todas de colores parecidos, pero a la vez radicalmente diferentes. Cada una desprendía una sensación y comunicaba un mensaje distinto. Las había pequeñitas, envueltas en un papel marrón, que decían a gritos "te quiero". Otras eran alargadas y de color verde, y desde el momento en el que las veías de lejos comprendías que estaban ahí para cumplir la función de regalo de compromiso. Y así hasta el infinito. Hasta un delicioso infinito.

No puede haber nadie en este mundo que no disfrute con esa belleza, con la perfección de ese mundo creado sólo para el deleite, con el gusto que despierta en todo el cuerpo su sabor. Por eso nunca comprenderé que alguien pueda rechazar voluntariamente tomar chocolate.

Creo que con los hombres pasa lo mismo. Para mí, tener novio siempre fue el mayor orgullo del mundo. Yo había encontrado una chocolatería donde todo me gustaba, había tenido la suerte de que esa tienda echara el cerrojo por mí, y había decidido dedicarse a servirme en exclusividad desde aquel momento.

Y me sentía como una princesa, aunque para ser más exactos, quizás tenga que decir como una princesa consorte. Yo paseaba por mi ciudad con la cabeza alta, desafiante, como si nada de lo que pudiese ver en el mundo pudiese interesarme o importarme ahora que tenía mi chocolatería. Allí me ciudaban, me querían hasta la adoración, me hablaban siempre con el tono más dulce que nunca he oido y pensaban en mi cada instante.

Esas amigas mías que odian a los hombres me decían que mi novio era un pesado, porque me llamaba demasiado, y yo escuchaba entre sus palabras notas de envidia. Nadie podría cansarse de oir la voz de mi niño, de escucharle decir cualquier cosa sin importancia. Era evidente que estaban celosas de mi novio, no porque fuera especialmente guapo, sino porque me trataba como a una princesa, aunque yo no fuera más que una plebeya.

El que era mi novio es hijo único y sus amigos siempre tienen la sensación de que le ven demasiado poco. Era demasiada gente mirando a una sola persona, que les daba la espalda y sólo tenía ojos para mí. Y yo me pregunto, ¿Cómo puede alguien sostener que no quiere eso para sí misma? ¿Cómo puede alguien decir que no quiere encontrar a alguien a quien adorar para el resto de sus vidas y que esa persona le devuelva con creces lo entregado?

Pasar una noche con cada chico, salir meses y luego cansarse, decir que no estas hecha para relaciones largas... Todas me parecían tristes historias de gente solitaria que no había tenido mi suerte. Entonces, cuando esa noche mi niño me llamaba, yo escuchaba su voz más dulce que nunca, y le pedía que no me dejara nunca. Entonces, él, como siempre, me respondía que sería yo quien le dejaría. Y me parecía que esa respuesta me demostraba aún más su amor y me sentía la persona más afortunada del mundo por tenerle a mi lado.

Desde que me dejó, me siento la persona más pequeña del mundo. Ahora que ya no me quiere me conozco cada metro cuadrado de suelo de mi ciudad, porque no soy capaz de levantar la mirada mas que en algunos momentos,cuando creo que puede estar cerca y le busco entre la gente. Y creo que todos los que están a mi alrededor se dan cuenta de lo sola que estoy, no porque no vaya nadie a mi lado, porque también antes caminaba sin él, sino porque no me rodea esa aureola de felicidad que no me abandonaba antes.

Mis pasos, antes fuertes y confiados, se han vuelto pesadas caidas de pies torpes. Mis ojos, antes desafiantes y orgullosos, no encuentran motivo para levantar la perspectiva. Mi pelo, antes indomable contra el viento, resulta un estorbo continuo contra el que sólo logro pelearme.

Toda yo parezco una niña perdida, que busca a su madre, y que hasta que no la encuentra no consigue andar con esa gracia que tienen los pequeños y sonreir como sólo ellos saben, inspirando felicidad y tranquilidad al mismo tiempo.

La pena es que yo no voy a encontrarle. Estoy destinada a andar sin él por la vida, y eso se nota en mis andares.
Y me pregunto cómo puede haber gente que asegura no querer tener novio. Aunque puede que sea porque no le les ha cruzado la persona adecuada, y entonces recuerdo por qué me dan pena. Yo, por mi parte, tuve esa suerte demasiado pronto. Encontré la persona perfecta para mí, y con ella he estado cinco preciosos años. Ahora, cuando me falta, no tengo la más mínima duda al afirmar que prefiero morir de pena que no haberle conocido. Aunque no puedo negar que tras esas palabras escondo la esperanza de que vuelva para vivir su vida a mi lado. Entonces, volverá a brillar el sol aunque esté lloviendo para los demás, mis pisadas resonarán como si calzara tacones y mis ojos volverán a posarse en quienes se crucen en mi camino, y les dirá desafiante "ni lo intentes que yo no puedo estar más enamorada de lo que lo estoy hoy".

2 comentarios:

David Caballero Franco dijo...

Me ha gustado tu relato, me han gustado tus palabras, no me gustan tus sentimientos aunque son muy bonitos. Tras cinco años de felicidad es normal que estés así. No puedes basar tu felicidad en otra persona porque cuando esta desaparece todo se acaba y estás sola aunque tengas mucha gente a tu alrededor, Es difícil no dejarse llevar por los sentimientos. Y no soy yo quien para hablar, pero si como consejo, sin pedirmelo, te digo que seas feliz por ti misma, por lo que vales, quierete, tu vales por ti, por tu trabajo por tu gente y si tienes pareja es un añadido y quiere a esa persona pero no te hundas si desaparece porque eso no es vida! Te costará algún tiempo volver a la normalidad, pero lo harás te darás cuenta de que todo pasa por algo. Y quien sabe si volverás o no con ese chico o si tu destino es otro en todo caso aqui tienes un bloguero dispuesto a leerte cuando lo desees. Un saludo!

Miriam dijo...

No me cabía en el espacio que me dan para el comentario todas las palabras necesarias para darte la razón como mereces. Supongo que si "torres más grandes han caído" saldré de esta...
Por ahora sólo lo supongo...
Espero que prontito leas que el sol ha vuelto a salir...
Yo, por mi parte, he encontrado en tu blog entradas muy valiosas... andaré pendiente...
Un besito!