lunes, 22 de septiembre de 2008

Sólo tienes que llamarme...


Mañana a las siete de la mañana se para la cuenta atrás.

Mañana a las siete de la mañana coge un avión para pasar un año de Erasmus. Un año que se cruza con el mío, y que nos mantendrá separados, más si separados si cabe, hasta el 2010.

He vivido este año y medio de distancia de muchas maneras diferentes. En un principio asustada, cuando una tarde cualquiera se me ocurrió indagar un poco en las expectativas de Erasmus que tenía el que era mi novio, que me respondió que le gustaría irse un año entero. Natural y respetable, fue lo primero que pensé. Yo ya había estado seis meses fuera y ahora me iba un año más, y no podía esperar sino que sus ambiciones fueran similares. Nunca saldría con nadie que no quisiera poder tocar la luna con la yema de los dedos.

No podía pedirle menos, ni podía esperar que sus ambiciones fueran menores, por lo que tendría que aceptar la prueba de fuego de pasar un año y medio en la distancia. A ratos estaría él fuera y yo en casa, luego ambos estaríamos en el extranjero, y al final volvería él para esperarme en la ciudad en la que nos conocimos. Eso si todo iba bien y no le perdía en el camino. Pero yo soy de naturaleza insegura y el miedo pudo conmigo. Entonces, el que era mi novio me prometió que me querría siempre y que todo saldría bien. No dijo esas palabras, porque él no es un hombre de letras, pero me lo dijo con el roce de su piel y con una seguridad tranquilizadora. Al parecer, un año y medio de distancia no es un problema cuando una relación va bien. O eso pensaba él.

Pero yo en aquellos momentos era tonta y no veía que para él nuestra relación no iba bien. Era una niña con una venda enorme en los ojos que interpretó su tranquilidad como una apuesta por nuestra relación y no como un pasotismo descarado ante el inminente final. Entonces, me volvi confiada y mi corazón respiró aliviado, seguro de que todo saldría bien. Tan bien que cuando llegáramos nos iríamos a vivir juntos.

Ahora, dos meses y medio después de que me dejara, vivo esta nueva separación como un pellizco más en el alma. Es un apretón que se suma al que ya me acompaña todo el día, pase lo que pase, salga el sol o truene, esté sola o rodeada de gente. Porque nunca estar sin él y no morirme de dolor será compatible. Y ahora tengo una pena más que llevar a la espalda. Ahora se va a conquistar nuevas ilusiones, a buscar nuevas personas y a completar su forma de ser con nuevos matices aprendidos lejos de mí. A partir de mañana me quedo sola en la ciudad, porque si él no está los demás no importan. Dejaré de arreglarme por si me tropiezo con él por la calle, dejaré de buscarle entre los lugares por donde sé que se pasea y dejaré de querer acercarme a su casa para cruzarnos por casualidad. Todo estará vacío. Nunca te encontraré en el banco en el que hablamos, ni en el que empezamos a salir, ni en el andén donde me dijiste por primera vez que me querías, ni en nuestra heladería favorita, ni en los cines a los que siempre íbamos, ni por las calles que hemos recorrido de la mano. Ahora más que nunca será imposible encontrarte.

Y puede parecer que estoy loca, pero yo tenía la esperanza de encontrarte un día esperándome en alguno de esos lugares, aunque la cabeza me dijera que de querer verme me llamarías y no te sentarías a esperar por si me daba por pasar por algunos de aquellos sitios. Pero tengo un corazón sordo y unos ojos ciegos. Tengo un alma loca. Loca por ti.

Y mañana moriré un poquito más cuando mi despertador suene a las 6.50, porque sabré que estarás embarcando. Moriré de todas las maneras que una persona puede morirse, hasta quedar atada a la vida por un vínculo más fino que el hilo. Porque aunque sea imposible, aunque no lo hayas hecho en estos dos meses y medio, aunque tu cabeza esté en todas partes menos en mí, aunque te haya escrito para desearte suerte y ni siquiera me hayas respondido, aunque no hayas dado ni un pequeñito pasito atrás en tu decisión dejarme.... A pesar de todo, espero que antes de dar el último paso que te separe de esta ciudad, de la nuestra, me llames y me digas que no puedes vivir sin mi. Aunque sea con un pie puesto aquí y otro en el avión. Porque si te vas llenarás tu corazón de otras cosas y personas, y no quedará hueco para mí mas que en el pasado. Y yo quiero ser tu presente y tu futuro. Y no será posible si te vas solo. Déjame acompañarte, prometo acurrucarme en un huequecito de tu corazón y hacerte más ligeras las penas, como siempre. A cambio, sólo tienes que llamarme...

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