lunes, 1 de septiembre de 2008

Desde el principio, como a ti te gusta


Ayer mi cabeza hizo la conexión, y como ocurría cuando eras pequeño y hacías la típica maqueta de tecnología, al darle al interruptor la electricidad viajó por todo el cable sin deterse hasta encender una pequeña bombillita. Al principio de manera más ténue y discreta... luego con más fuerza y decisión.

Verás, resulta que yo hasta ayer no sabía por qué me habías dejado. Como máximo he tenido ciertas aproximaciones a tu verdad, algunos momentos en los que creía que podía ponerme en tu lugar y comprender por qué ya no quieres vivir tu vida a mi lado.

El interruptor de ayer fue un sms en mi movil. No me lo habías mandado tú, porque tú no eres hombre de palabras. Te lo había mandado yo, que soy mujer de letras. De pensarlas, escribirlas y decirlas en demasía. Y de eso va el cuento de hoy. El comienzo de todo. O el final de todo si queremos hablar, como dice mi psicóloga, "con los pies en el suelo". Como si yo pudiese volar con este ala rota, con este corazón tan pesado, con estos ojos llorosos y contigo aquí. No podría dejarte aquí.

Resulta que el mensaje decía que te quería. Que te quería tanto que nunca podría vivir sin ti. Que no concebía la vida sin tu sonrisa, sin tu forma de quererme, sin saberte mío y yo tuya. Y ¡cómo es la vida! Resulta que fue esa conversación la que terminó de alejarte de mí.

Pero te recordaré todo desde el principio, como te gusta a ti que yo te cuente las cosas, como cuando te tumbabas en mi cama y yo te hacía cosquillas en el pelo mientras te contaba mi vida, la parte superficial en la que tu no estabas y que no tenía el más mínimo interés, pero tu callabas porque te gustaba verme hablar, y a mi verte callar, como decía Pablo Neruda.

Me gustas cuando callas porque estás como ausente,
y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca.
Parece que los ojos se te hubieran volado
y parece que un beso te cerrara la boca.


¡Qué no daría yo por darte un beso que te cerrara esa boca!

Resulta que he tenido un semestre dificil. He estado tosca y huraña. Y cansada. Muy cansada. Lo que hizo que relajara mi amor por ti, que olvidara callarte la boca con besos y que dejara de hablarte como te gustaba. Error mío. Mea culpa. Como te dije aquella tarde en la que me dejaste, podrás odiarme toda la vida por haber detonado el final de esta relación. Yo, por mi parte, te odiaré toda la vida por no habermelo dicho y haber permitido que mi pasotismo secara tu amor. La vida se me va a quedar corta para odiarte por no darme la oportunidad de enmendar el error. Porque todos tenemos derecho a equivocarnos. Y yo te quiero. Te amo. Te necesito. Y valía la pena darme la oportunidad de demostrartelo.

El problema es que mi amor no supo expresarse. Ha estado torpe estos seis meses. Para decirte cuánto te quiere te prometió mi corazón para siempre. Y esa palabra puede dar miedo cuando viene en momentos inciertos.

Y allí estaba yo. En la plaza aquella pidiéndote que no te enamoraras de otra en este año que vamos a pasar separados y llorándote que a cambio prometía entregarte mi vida entera. Y de nuevo esa palabras fueron demasiado.

Al parecer es cierto eso de que hay quienes tienen miedo al compromiso. O puede que mi compromiso no llegara en el momento adecuado. O con el realismo adecuado. Mi pobre amor quiso prometerte que nunca podría amar a otro como a ti, aunque no conociera a esos otros, porque sabía de antemano que nadie es como tu.

Sin embargo, aquella noche tu amor andaba despistado, y no comprendió que yo no te exigía nada. Como tu lengua, que olvidó decirme que te estabas agobiando.

Y te fuiste con el agobio a tu casa, y te comieron los demonios, y luego me comieron a mí. Y ahora mirame: no soy nada.

Habría sido tan fácil evitar que esto hubiese pasado. Tan fácil de aclarar. Tan fácil de enmendar si no hubiese ido a más. Tan fácil de solucionar si me hubiese dado cuenta cuando me dejaste...
Pero ahora ha pasado el verano. Te vas en dos semanas. Ya no soy para ti más que pasado, mientras que tú lo eres todo para mí. De modo que me quedaré deshojando margaritas con el "volverá conmigo, no volverá" hasta el 2010. Puede que se quede el mundo sin margaritas, pero aún quedarán rosas. Para que me las lleves a casa y yo las coloque en un jarrón, antes de tumbarme en la cama y tomar tu cabeza en mi pecho, porque te gusta que te haga cosquillas mientras te cuento las cosas sin importancia que me pasan. Porque lo más importante ya lo sabrás, porque lo habré vivido contigo. Y te lo contaré desde el principio, como a ti te gusta.

No hay comentarios: