lunes, 15 de septiembre de 2008

Mis mariposas...


Tengo la cabeza llena de momentos. Vuelan todos por mi cabeza como si fueran mariposas.


Se preguntará, y con razón, cómo es entonces que consigo pensar algo lógico que escribir aquí esta noche. Verá, resulta que tengo la cabeza llena de mariposas, tantas como antes vivían en mi estómago cuando salía con él. Han subido porque abajo dicen que se aburrían, que ya no hay actividad alguna.

Para ser sincera, reconoceré que subieron el sábado por la tarde, tras despedirme de él en la esquina que separa dos calles de mi ciudad. Como verá, el sitio en el que le di mi último abrazo no tiene nombre que reconozca ningún GPS, tal y como los sentimientos que nos unen ahora no encuentran en el diccionario más que el vacío de la inabilidad humana de llamar a las cosas por su nombre.


Como le iba contando, todas estas mariposas vuelan revolucionadas por mi cabeza. Cada una de un color, de un tamaño, de una personalidad y composición distinta.


A ratos una mariposa azul se posa sobre la parte de mi cerebro que marca mi ánimo. Es una mariposa del color del cielo, de todos los colores imaginables de cielo, por eso, cuando se hace con el control, me regala momentos de paz conmigo misma.

Me dice que el destino sabe lo que hace y que todo lo que me ocurra será para mejor. Entonces, yo le repito que todo lo que yo quiero es estar con él, y con una voz susurrante que casi parece el ulular de un buho me promete que si eso es lo que quiero, lo tendré, porque todo en esta vida es cuestión de fe y de tiempo.


A esta pobre mariposa azul optimista suele quitarle el sitio una mariposa nocturna. Es uno de esas mariposas que realmente se merece el nombre de insecto, porque su belleza no es mayor que la de una mosca. Vestida de gris y con un batir de alas casi silencioso, se posa a mirar a las demás con la mirada perdida, como si hubiese llegado al lugar de casualidad y no tuviera muy claro cual es su función. En esos momentos mi vida transcurre hetérea y de puntillas por el mundo. Mi mente se distrae con placeres mundanos y cubre sus necesidades básicas sin especial placer. Casi parece que le he olvidado. Pero cuan cruel y vacío es el sentimiento de no pertenencia. Casi tan inosportable que hago todo cuanto está en mi mano por dejar que la mariposa negra se haga con el control, porque prefiero morir de pena que vivir como un fastasma. Aunque lo hago en secreto, porque no sé qué pensaría la gente de mí si me descubriera buscando su recuerdo cuando creo que le olvido.

Y puede parecer un dolor voluntario e inútil, pero esa mariposa negra logra conectarme de nuevo a la vida, que es lo máximo a lo que puedo aspirar hoy. Y lloro, y quiero gritar, y tirarme de los pelos, y dormir eternamente...


Así hasta que llega una mariposa roja. Bate las alas con osadía y tiene en su mirada escrita la tentación de dejarse llevar en su vuelo. Me propone quedar con ella una noche, salir a cenar, conocer a chicos nuevos y llamar a antiguos amores. Cuando hago oídos sordos a mi mente y me escondo detrás de mis gafas de sol, que más bien esconden mis ojos llorosos, siempre consigue ponerme delante a alguien que me saque la sonrisa. En un primer momento me enfado porque un desconocido no debería poder con esta pena, por la que me quiero morir y remorir de nuevo, pero la verdad es que, al final, siempre salgo del trance. Gracias a Dios, o a esa mariposa perversamente malvada.


Pero sólo consigue una sonrisa. No quiero hombres en mi vida por ahora. Sólo le quiero a él. Y me acuerdo de lo feliz que fuimos, de aquella noche que volvíamos en Madrid de ver el musical de Mecano y yo estaba cansada, y de tantos otros momentos insignificantes en los que sólo me dedicaba a quererte. Y entonces sé que tengo a la mariposa rosa posada en la fibra sensible. Es mi mariposa más antigua, a la que mejor conozco y con la que he convivido estos cinco años. Me regala los recuerdos más maravillosos del mundo, y me promete que habrán más a su lado. Por eso es la única que tiene nombre, porque es quien nos ha acompañado desde aquel jueves en el que nuestros caminos se cruzaron hasta hoy, porque aún sigue a mi lado, luchando por hacerse un hueco entre todas las demás nuevas inquilinas. Por eso quería terminar hoy, mientras aún dura su mandato en mi cabeza, dándole las gracias por alargar al máximo estos momentos, porque cuando ella caiga llegará la mariposa azul, y tras ella la nocturna y luego la negra, y será horroroso. Ni siquiera cuando llegue la roja me sentiré bien.

Menos mal que siempre llega a tiempo mi querida Ilusión, que me baña la vida de recuerdos y promesas rosas como sus alas.

2 comentarios:

Yo dijo...

Muchas gracias por tu ánimo, Miriam. Me alegro de que haya alguien por aquí que me lea y de que te haya agradado... el optimismo es totalmente necesario en mi vida, como en la de todos supongo y la verdad es que no es mucho consuelo pensar que hay tanta gente pasándolo mal pero sirve para saber que todavía estoy en el mundo y no me volví loca, jeje, gracias de nuevo.
Un besito.

Yo también te envio muchos ánimos, que hacen falta.

Miriam dijo...

:)
En parte me alegra que retomes esto del blog porque realmente creo que ayuda, al menos a mí, y tienes textos muy bonitos.
Por otra parte, siento mucho tu regreso porque no es un blog para contar lo bonita que es la vida, y siento que la herida siga doliendo. Espero ansiosa esa entrada en la que se lea "ya la vida siguió, y aunque parezca mentira, soy feliz". Andaré atenta para cuando lo publiques.
Un besazo!