La vida está llena de casualidades. Algunos dicen que es el destino, yo prefiero pensar que el destino me tiene preparado algo mejor que lo de hoy. Por eso prefiero decir que han sido varias casualidades, todas juntitas, una detrás de otra...
Resulta que esta mañana he tenido que ir al lugar donde trabaja el padre de mi ex, a la puerta de al lado de su despacho, y no he querido pasar por allí sin saludarle, sin darle dos besos. No he querido pasar de largo porque creo que a las personas se les quiere indiferentemente de las circunstancias, por eso no creo que mi ex se haya convertido en una mala persona por haberme dejado ni quiero menos a su padre por no salir con él. Es una buena persona y sé que en el fondo me quiere. Por eso he pasado a saludarle, sólo un instante, porque enseguida se me llenaron los ojos de lágrimas, y entonces, le lancé un beso desde el escaso metro y medio q nos separaba y me fui apurada.
En todo el camino de vuelta, no he parado de llorar, y al llorar, no sabía qué sería de mi vida. Aún no me lo he planteado, y lo que es peor, si alguna vez me lo planteo, sé a ciencia cierta que no encontraré una respuesta segura. No puedo manejar el futuro. He invertido muchas horas de psicóloga en esa simple frase. En creerla, en aceptarla, en aprender a vivir con esa inseguridad.
De modo que he llegado con los ojos rojos al trabajo, me he sentado delante del ordenador y he tratado de hacer mi trabajo lo más rápidamente posible. Estoy cansada de que mis compañeros me vean triste, y ellos están cansados de que le de tanta importancia a algo que para ellos no es más que un paso más de la vida. Algo así como soportar los granitos de la adolescencia.
Y he tenido toda la tarde para recuperarme de la pena (porque gracias a Dios esta vez no hubo ansiedad, ni se hundió el mundo ni quise morirme). Y cuando he llegado a casa, he sentido la necesidad de reunirme conmigo misma. He puesto un baño de agua caliente y me he sentado a pensar. Sólo eso. Así durante una hora.
La única conclusión a la que he llegado es que sólo puedo vivir el hoy. Y ahora mismo siento que no conozco a mi ex, porque mi niño no me habría dejado sola, no me habría abandonado de una manera tan fulminante, habría luchado por lo nuestro, habría puesto su vida en ello. De modo, que quien está de erasmus es la persona en la que se ha convertido mi niño. Igual que yo ahora no soy la misma que él conocía.
Pero tampoco eso me convencía demasiado, porque al fin y al cabo, hasta que le volviera a ver no sé cómo es... no puedo juzgarle por la ausencia. La ausencia justamente es como el color blanco, es nada, es neutro, no se puede juzgar nada así. Habría que esperar a verle, ver qué nuevo color lleva para poder formarme una opinión.
Entonces, he entrado en el mesenger, como tantos otros días, y se ha abierto una ventana naranja en la barra de abajo con su nombre. Y me ha dicho que sbe que he visto a alguien. Yo, intentando mostrarle a la Mimi de antes, esa risueña y enamorada de la vida le he preguntado ¿Te lo ha dicho un pajarito? Espero haberle sacado una sonrisa.
A penas hemos hablado 15 minutos. La conversación se reduce a un pequeño resumen de cómo está él allí, a una pregunta por mi gata nueva y a una pregunta mía sobre su disfraz de halloween. Eso es todo. Y entonces, me he acordado de mi niño, el que me llevaba al cine, el que me decía nena y el que me ha hecho tan feliz estos cinco años.
Sin agobios, sin tensión, sin nervios... tan sólo con un pellizco en el corazón. Una esperanza de que realmente se hubiese acordado de que me dejó en el camino y viniera a recogerme. Pero un bizcocho reclamaba su atención y me ha dejado aquí.
Y estoy delante del ordenador con la ilusión de quedar con Javi marchita, con la pena en el corazón de no tenerle a él, con mi vida de nuevo hecha pedazos. Y no es que ahora, por hablar con él, sienta que lo de Javi haya sido una mentira. Es sólo que no puedo negar que le quiero y que sigo enamorada de él. Y querría poder decirlo. Querría no quererle como hace él conmigo. Querría dejar de sufrir por alguien que no se preocupa por mí, para quien no soy NADA.
Ayer en el comentario de la anterior entrada decía que él no da NADA por mí, que una simple conversación de mesenger podía ser un indicio para luchar por él, pero si la conversación no le sale de dentro sino que es pq me he encontrado con su padre, y me deja por un bizcocho, ¿Qué se supone que tengo que hacer? ¿Volver a parar mi vida por él? ¿Y si con Javi puedo ser feliz y me lleva "donde habita el olvido"?